Llega mayo y el Giro propone cada temporada una carrera incomparable en el teatro a cielo abierto que es Italia, país histórico de ciclismo que festejará a partir del viernes la edición 100 de su gran carrera nacional.
Y el costarricense Andrey Amador (Movistar Team) no podía perderse esta cita de gala a la que acude con un nombre ya consolidado entre los tifosi.
Como en el teatro, el Giro propone una decoración singular, a la imagen de los rocosos Dolomitas, nevados en este periodo del año, o de las piazzetta (plaza) de fachadas ocre, pero también las intrigas.
Su larga historia está llena de episodios marcados por las escapadas, las emboscadas, los juegos y las alianzas.
Amador encontró su verdadero idilio con el ciclismo ahí, en la carrera donde se bautizó en grandes vueltas en 2010.
Fue en el Giro donde el tico supo lo que era conseguir un buscado y meritorio triunfo de etapa en 2012.
También es la carrera en la que sintió una gran satisfacción cuando vio al colombiano Nairo Quintana como campeón en 2014 y es la prueba a la que acudió en 2015 y 2016 con mucha ambición, ediciones en las que terminó en el selecto top 10.
En 2015 finalizó cuarto en la general, mientras que el año pasado fue octavo, con la alegría de haberse vestido de líder durante un día.
Y es que para el ciclismo tico, soñar con una maglia rosa resultaba impensable hasta que Amador llegó a consolidarse en profesionales.
Con nueve temporadas en las grandes ligas del ciclismo, Amador ha dicho presente en cinco ediciones del Giro (2010, 2012, 2014, 2015 y 2016); también pedaleó en dos Tour de Francia (2011 y 2013) y en dos Vueltas a España (2014 y 2015); pero sin pensarlo mucho, lo que a él le gusta en cuanto a carreras de tres semanas es ir a la Corsa Rosa.
"Al final el Giro es el Giro, tiene algo muy bonito que las otras grandes vueltas no tienen y es esas etapas con esa dureza, que este año más bien no exceden los 4.500 metros de desnivel", afirmó Andrey Amador.
El Giro es la carrera que simboliza el romanticismo del ciclismo a menudo expuesto a la comedia humana, con sus problemas, sus inquietudes y sus intereses.
"íMe robaron!", señaló a la AFP el fallecido Laurent Fignon, desposeído del Giro 1984 en beneficio del local Francesco Moser, bajo la aureola de su futurista récord de la hora.
Enfadado, el parisino no volvió a Italia en cinco años.
Regresó en 1989 para ganar y sacarse la espina, añadiendo el triunfo a las ediciones del Tour que logró en 1983 y 1984.
El Giro se creó precipitadamente en 1909 por el referente periodístico deportivo, La Gazzetta dello Sport, con el objetivo de evitar que otro diario tomara la iniciativa.
Seis años antes nació el Tour de Francia.
En su larga vida, la carrera toca la historia del país, "un hilo rosa que nos une como pueblo desde hace más de 100 años", según Andrea Monti, director del diario deportivo rosa.
Y el color de las páginas de ese rotativo es el que viste el mejor hombre de la competencia.
En la Italia de la posguerra, la oposición entre Gino Bartali, el ferviente católico del que más tarde se conocerá que ayudó a salvar judíos durante la guerra, y Fausto Coppi, el arquetipo de la modernidad, fascina y divide al país, eclipsando al tercer hombre, Fiorenzo Magni, comprometido con el fascismo.
Más tarde llegará la época ambigua de Felice Gimondi, opuesto al mejor ciclista de la historia (Eddy Merckx), los tiempos de Beppe Saronni y Francesco Moser, en ediciones de la carrera desnaturalizadas, en las que se recortaba la alta montaña para favorecer a los corredores nacionales.
Luego llegó el Pirata Marco Pantani, en la tumultuosa década de los 90 y el dopaje masivo.
Pero el Giro encuentra sus cimas, innovando y convirtiendo algunos altos en míticos.
El Mortirolo, que se subirá el 23 de mayo en la edición de 2017 en una etapa que alcanzará Bormio, la Fenestre, cuya parte final no está asfaltada, las pendientes vertiginosas del Monte Zoncolan.
Precisamente, este martes se dio a conocer que la subida al Mortirolo se le dedicará al ciclista italiano Michele Scarponi, quien falleció el pasado 22 de abril mientras se entrenaba cerca de su casa, como parte de su preparación para ser el capo del Astana en este Giro, tras la lesión del combativo Fabio Aru.
Antes de que la organización anunciara este homenaje, el propio equipo dirigido por el kazajo Alexandr Vinokourov tomó la determinación de no suplir el vacío que dejó Scarponi, así que Astana irá al Giro con ocho hombres.
No es una carrera fácil y los rostros de sufrimiento así lo demuestran etapa tras etapa.
Toca el exceso el Giro, a veces la desmesura (en los múltiples desplazamientos o en la longitud de las etapas), pero enamora por su estilo: pegadizo, espectacular y muy familiar en cuanto al ambiente.
A pesar de la dura competencia que supone el Tour de Francia, la gran carrera de la temporada ciclista, el Giro tiene su sitio, porque la ronda gala es más mediática y en la Corsa Rosa es donde el pedalista demuestra sus verdaderas condiciones.
"La carrera más dura en el país más bello del mundo", se anuncia en el lenguaje publicitario y eso es justo lo que siempre defienden los especialistas.
No ha cedido a la moda de organizar la primera etapa en el extranjero y seduce a muchos por la calidad de la cocina y de los alojamientos propuestos a los equipos, que aman el calor de los tifosi, a menudo ciclistas aficionados que llegan a las cimas en bicicleta para animar a sus ídolos.
Pero sobre todo la maglia rosa, que ejerce una fascinación intacta, portada por primera vez el 10 de mayo de 1931 en Mantova por Learco Guerra, conocido como La Locomotora Humana y que el año pasado fue portada durante un día por el costarricense Andrey Amador.
La preciada pieza hace soñar a los favoritos de la edición 100.
Vincenzo Nibali, el único corredor del sur del país (Sicilia) que ha logrado ganarla en dos ocasiones, encontró la fórmula exacta: "El Giro es una larga pasión".
La prueba comenzará este viernes 5 de mayo y se extenderá hasta el 28, días en los que Amador pedaleará con la intención de que el #Giro100 quede de nuevo en manos del colombiano Nairo Quintana.