La Selección Nacional tuvo un insípido debut en la Copa América Centenario, este sábado, con el empate sin goles ante Paraguay.
Aún cuando los cánticos de alrededor de 10.000 ticos que colmaron el estadio Camping World en Orlando empezaron a sonar desde el primer minuto, el zumbido llegó a los oídos de los futbolistas hasta el epílogo de la primera parte, cuando Bryan Ruiz retrocedió unos metros para tocar y conducir la pelota.
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Fue un despertar engañoso, como cuando la alarma suena una vez, pero no alcanza para abrir los ojos por completo y poner un pie fuera de la cama. A veces, cuando esto sucede, se llega tarde al trabajo.
Los mejores lapsos de la Nacional se presenciaron en el segundo período, en un partido sumamente cerrado, en el que Costa Rica vino de menos a más, pero no pudo arrancar la Copa América con victoria.
Un cero a cero justo, tan grande como los pulmones de los miles de ticos que no pararon de alentar en las gradas.
Propuesta. La Tricolor llegó tardísimo a hacer su trabajo. El discurso previo, recitado por todos los jugadores, presagiaba una propuesta distinta, en la que se controlaría la redonda en la medular y se llevaría el balón de de pie a pie. De acuerdo a este panorama, Paraguay se vería obligado a replegarse para salir rápido al contragolpe.
Sucedió lo contrario. Costa Rica aguardó en la mitad de la cancha para presionar y los guaraníes se envalentonaron por el sector izquierdo, donde Rónald Matarrita sufrió con cada pase colocado a sus espaldas.
De no ser por la lectura de juego de los defensores Johnny Acosta y Kendall Waston para cerrar en las coberturas, a la Sele le pudo salir muy caro el primer periodo del compromiso.
El equipo sufrió con la presión paraguaya en la zona de creación. La conexión entre Celso Borges y Ruiz lució disminuida ante la marca suramericana y obligó al capitán a retroceder para tener más solvencia con la pelota.
La ejecución de Paraguay en el pressing fue tan buena que Celso Borges pasó desapercibido por muchos lapsos.
Pese a que Óscar Ramírez alineó a un equipo sumamente parecido al de Brasil 2014, el entendimiento, por ratos, fue nulo. Con Marco Ureña peleando solo, sin acompañamiento y Joel Campbell muy referenciado por la zaga rival.
En los primeros 45 minutos, la propuesta ofensiva se tradujo en un cabezazo de Bryan luego de una jugada de táctica fija. Fue solo eso, y las constantes escaladas de Waston para tratar de enderezar algún balón en las alturas.
Con el cronómetro de nuevo en cero, Costa Rica varió su propuesta conservadora. Retomó las rotaciones constantes de la mitad de la cancha hacia arriba, un sello de la era Ramírez, y sorprendió a Paraguay.
De ahí que Ruiz apareciera con más movilidad por todo el frente del ataque, tanto como Ureña, tratando de moverse a la espalda de los centrales guaraníes. El cambio en la pizarra táctica de la Mayor generó tiros de esquina peligrosos (a todas llega Waston), que provocaron dos malas salidas del arquero Justo Villar.
La Nacional encontró en el intermedio los ideales de su verdadero juego. Sin Joel, que al final no pesó y salió de cambio, pero con Celso más eficaz en el pase y sobre todo Bryan, que encontró un pase punzante para Campbell, bloqueado por la defensa paraguaya, justo antes encontrar el espacio para disparar dentro del área chica.
La verdadera propuesta tica, trajo consigo la esperada propuesta guaraní: Contraataque, juego duro, choque y mucho cuidado con los robos de balón y las salidas rápidas de Paraguay.
En las gradas, los gritos le favorecían a Costa Rica; de las 14.334 almas presentes en el escenario, al menos 10.000 vibraron con cada pase de Costa Rica.
Pese a la mejoría, el combinado patrio sufrió para encontrar la profundidad que necesitaba para ganar el juego.
Un remate de media distancia de Cristian Bolaños a cuatro minutos del final, terminó siendo la jugada más clara de peligro de la Mayor; el arquero Villar apenas pudo desviar la esférica con un movimiento tosco de manos.
Un juego cerrado, como se esperaba. La Nacional vino de menos a más, pero al menos ante Paraguay, no encontró el potencial que se sabe tiene esta generación. Se avecina un juego a muerte ante el anfitrión, Estados Unidos.
Al final, el trago más amargo del partido: la expulsión de Kéndall Waston, que dejó a la Sele con un hombre menos en el tiempo de reposición, y frente a los gringos.
Una acción que pareciera drástica, tras una falta del jugador contra Nelson Haedo Valdez.