Navas debe tener claro cuáles son sus verdaderos contrincantes. No son los delanteros rivales, esos cuyo sueño de gloria consiste, precisamente, en anotarle un gol al portero legendario del mundial 2014. Esos no son antagonistas, sino meros competidores: todos quieren tocar el cielo doblegando a Navas. Es cosa natural, que se entiende y sucederá por doquier lo lleve su carrera. Los verdaderos demonios, los que operan de manera gregaria, masiva, oscura, anónima y cobarde, son la xenofobia aberrante, el torvo racismo, el supremacismo y el patrioterismo barato -ya que no patriotismo auténtico- de los españoles.
Rindámonos a la evidencia: entre 1929 -fundación de la Liga Nacional de Fútbol Español- y 2017, el Real Madrid ha tenido 55 porteros. Solo cuatro han sido extranjeros. Cierto: el club ha construido una imagen de pasarela internacional, de equipo por poco apátrida, de “selección de la ONU”, de “antología de los mejores jugadores del mundo en cada momento dado”. Eso lo tenemos claro. Pero es que el portero es un puesto, una función, una figura muy especial en cualquier cuadro. Un portero extranjero, para el Real Madrid -atención a los conceptos de realeza, de majestad, de monarquía implícitos en su nombre- es una piedra en el zapato. Una piedra que puede ser un diamante -es el caso de Navas- pero no deja de ser piedra.
Un jugador foráneo que representa el último, el supremo, el definitivo bastión defensivo de un equipo… No, no, amigos: es como si los centinelas de las torres que guardan la más importante muralla del reino fuesen extranjeros… Simplemente, no puede ser. Por razones atávicas, ancestrales, ligadas a valores que haríamos mal en creer obsoletos: patrioterismos de pacotilla y trasnochados nacionalismos. Todo eso está en el subconsciente colectivo del pueblo español. Métanse en esa jungla sicoanalítica, y me dicen cómo les va.
Navas se está enfrentando a un monstruo tricéfalo: xenofobia, racismo, y patrioterismo proteccionista, chovinista, paternalista y provinciano. No puede vencerlo. Es imposible. Nadie podría hacerlo. El portero del Real Madrid debe ser español como la paella es valenciana o las tortillas de patatas madrileñas. Cuestión de identidad y de representatividad.