Tan solo 90 minutos fueron suficientes para que el mismo equipo que hizo que la afición de Cartaginés dejara de creer en fantasmas, los reviviera todos, hasta los peores y más odiados en 75 años de ayuno de campeonatos.
Los brumosos le fallaron a su hinchada en el momento menos oportuno, cuando lo único que debían hacer era no perder contra Santos de Guápiles.
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La derrota 2 a 3 fue un volver al pasado para una fanaticada que pensó que esta vez la historia sería diferente, que no se tendría que sufrir y que todos los mitos, hasta el famoso muñeco, estaban expulsados.
Sin embargo, de nuevo las caras largas, la frustración, el llanto y la desazón terminaron por emerger en el Fello Meza, luego de que los blanquiazules sumaran su cuarto torneo al hilo sin clasificarse a una segunda fase.
Lo que debía ser una fiesta a estadio lleno, culminó repleto de drama en todos los sectores; por un lado jugadores en el piso, por otro directivos tomándose las cabezas y mirando al cielo en busca de que la pesadilla terminara, mientras que algunos aficionados invadían la gramilla para reprochar a sus figuras.
Incluso, al final del choque, en las afueras del Fello Meza, futbolistas como Hernán Fener solo acataban a ofrecer disculpas a quienes esperaban la salida de cada integrante del equipo.
Una realidad totalmente opuesta a la de un Santos que celebró a lo grande en el centro de la cancha y que trasladó toda su alegría al camerino, que retumbó con música, cánticos y felicidad.
Al final los caribeños no tenía por qué guardarse nada, tras un partido redondo, en el que fueron superiores y sacaron ventaja del nerviosismo y la inoperancia de los brumosos.
Los visitantes se apegaron a un planteamiento impecable, golpearon apenas en 89 segundos con el cabezazo de Kenny Cunningham, respondieron tras el tanto de penal de Rándall Brenes al 10’, se volvieron a poner arriba en el 13’ luego del remate potente de Reymond Salas, aguantaron nuevamente que Brenes les empatara en el 15’, y el propio Salas dio la estocada al 29’.
Esta vez ni Chiqui en su mejor nivel, ni un técnico ganador como Jeaustin Campos, fueron suficientes para que Cartaginés espantara a sus fantasmas.