La jugada de rutina terminó en castigo; la viveza, en gol; el resultado, en el beneficio máximo para el ganador y en condena para el perdedor.
Aunque el clásico siempre genera secuelas, el que disputaron el domingo Saprissa y Alajuelense tiene consecuencias mayores por lo que ambos equipos se están jugando en el torneo.
Lea: Daniel Colindres se quitó la mala vibra y con su gol hincó a Alajuelense
La S se aferró al primer lugar justo cuando quedan solo dos fechas por delante y prácticamente sentenció a su archirrival a jugarse el pase a la final sin el beneficio de cerrar en casa, dilapidándole la opción de la ventaja deportiva.
En su intento por acabar la fase regular trepado en la cima, el Monstruo superó al que en el papel era el obstáculo más complicado que tenía enfrente. De pasó golpeó la mesa avisando que toma fuerza de cara a una instancia en la que es un especialista.
El error en el saque de Patrick Pemberton decantó el juego a favor de un equipo morado que manejó el marcador con inteligencia y que se sobrepuso a la falta de un hombre por la expulsión de David Guzmán, quien era su eje en la cintura hasta el minuto 67.
Lea: Esta vez Patrick Pemberton fue villano y no héroe en el clásico
Por el contrario, la Liga no encontró la fórmula para nivelar el marcador, pese a que en el cierre Kenneth Dixon estuvo a poco de silenciar el estadio tibaseño.
Intenso y vibrante. El partido en Tibás estuvo a la altura de la raza de los dos clubes.
Los saprissistas, habitualmente intensos en su campo, invirtieron todos sus recursos en sacar la victoria. Lo lograron.
En tanto, los liguistas exhibieron el orgullo de jugar sin ataduras en el campo donde nunca son bienvenidos por parte de la feligresía local.
El León no se echó a morir por las ausencias de Jonathan McDonald y Harold Cummings. Con la materia prima disponible, buscó salir ileso de la Cueva.
No lo logró porque el dueño de casa hizo lo suyo, merodeó el área contraria, aprovechó la ocasión que le quedó y se plantó ante la dificultad de jugar con una pieza menos por más de 23 minutos.
Hubo momentos del juego en el que no se notó que los morados estaban en desventaja numérica y eso refleja el manejo que, desde el banquillo, Carlos Watson le dio al compromiso.
En general, la S fue más que la Liga porque se apropió del balón, cometió menos errores en salida y basó su funcionamiento en el manejo preciso de Marvin Angulo, un generador de ideas por excelencia en el campo.
Alajuelense despertó de su letargo cuando Javier Delgado metió a Harry Rojas, un novato de buen pie que generó dolores de cabeza en el poco tiempo que estuvo en el campo.
Además, el ingreso de Pablo Antonio Gabas le dio la dinámica que le faltó en el primer tiempo.
La imagen de los últimos minutos reflejó la urgencia manuda por rasgar el empate, un botín que hubiera sido aceptable para los rojinegros, hoy anclados en el tercer lugar y viendo cómo su enemigo deportivo se afianza en el lugar que todos quieren.