Harry Rojas se levantó de la banca en el Morera Soto con determinación. Cristian Oviedo, asistente de la Liga, le había dicho que iba a anotar y el joven de 19 años se lo tomó en serio.
"Él iba con ganas, eso se les ve en el rostro, uno lo nota y en ocasiones ve rostros de tensión y de preocupación, pero a Harry se le veía el deseo, las ganas de entrar", asegura Wílmer López, asistente técnico de Javier Delgado.
Entró, minutos después se hizo un campo entre los defensores morados y anotó. Era el segundo tanto de Alajuelense ante Saprissa, uno que hoy los tiene con ventaja para buscar el pase a la final.
Rojas lo gritó, corrió de un lado a otro para celebrar con Oviedo y el resto del banquillo. Vivió el momento, como siempre le ha aconsejado su mamá, Ileana Cabezas.
"Constantemente le digo que viva el hoy, porque mañana no se sabe y que haga lo mejor que pueda", afirma convincente la profesora de francés del Liceo de Quepos, cantón de dónde es oriundo Harry.
Su obediencia y disciplina le hacen seguir esa premisa, aunque hubo un momento en que se tornó difícil, cuando estuvo ocho meses alejado de las canchas por una lesión en la rodilla.
Rojas debutó en el primer equipo manudo en enero de 2015, durante los 90 Minutos por la Vida, ante Saprissa. El encargado de darle la oportunidad fue Óscar Ramírez. Después de ese día, acumuló cinco partidos, pero cuando empezaba a abrirse un campo, apareció la lesión.
Fue un golpe para sus aspiraciones, se desanimó y por momentos perdió la fuerza. No era nuevo para él lesionarse, pues cuando estuvo en el Alto Rendimiento lo habían operado del tobillo. Volvía la pesadilla.
Por la mente de Harry pasó el tiempo que tenía lejos de su familia. Desde los 14 años sus papás lo apoyaron para conseguir su sueño, lo inscribieron en la escuela de fútbol de Alajuelense y desde entonces empezó su ascenso hasta la Primera División.
Eso lo obligó a hacer otra vida en la ciudad de los mangos; primero con una familia que lo acogió en Barrio San José, después en compañía de Rónald Matarrita y Kenneth Dixon, con quien todavía vive.
Harry se preguntó en ese momento si todo ese esfuerzo valía la pena.
"En ocasiones se quería venir para Quepos, pero en la familia le decíamos que lo apoyábamos y que tuviera paciencia", cuenta su mamá.
Fue para entonces que Rojas mostró su fuerza mental, una característica que resaltan las personas que lo conocen.
"Veo la parte psicológica y ahí le puedo decir que él tiene mucha resiliencia (capacidad de adaptarse), la adversidad lo convirtió en algo positivo, para bien de él y ahora para bien del grupo", afirma Rocío Morera, psicóloga de Alajuelense.
Superada esa etapa, la ilusión de Harry regresó. Javier Delgado se asesoró con Wílmer López y Cristian Oviedo, quienes lo conocían mejor, y decidió que era el momento de utilizarlo.
La picardía y rapidez que caracterizan a Harrito, como lo conocen en Quepos, empieza a hacer de las suyas, como sucedió años atrás en la escuela de fútbol de Henry Acosta, o el Flaco, como mejor se le conoce.
"Siempre fue inquieto, pero disciplinado. En la categoría de él sobresalía mucho, entonces en amistosos lo ponía con mayores y aún así llamaba la atención; siempre ha sido rápido", señaló Acosta.
El futuro era prometedor. No solo lo veían las personas más cercanas a él, también lo hacían otros, como Wálter Centeno.
Uno de tantos días de entrenamiento, el Flaco recibió en su escuela al Paté, quien llegó a visitar la escuela.
"Wálter me preguntó quién había pateado y me dice: '¿ese tan pequeñito?, definitivamente va a llegar a Primera'".
La afirmación del exjugador se confirmó cuando lo vio en los 90 Minutos por la Vida. Paté llamó al Flaco y se lo recordó.
"¿Ese es Harrito? Te dije que iba a jugar en Primera".
Hoy el sacrifio de la familia Rojas Cabezas va viendo los frutos del hijo menor.
Los papás de Harry tuvieron que dejarlo a más de 155 kilómetros de Quepos, advertido de que el fútbol no es para siempre y trantando de mantenerlo con los pies en la tierra.
"Mi esposo y yo lo hemos apoyado pero siempre diciéndole que tiene que estudiar. Fue una condición para que siguiera en el fútbol".
En este momento, Harry está a punto de terminar el bachillerato, con matemáticas como única asignatura pendiente. El proceso para ir cumpliendo también con esa faceta tuvo un momento de decisión para su mamá, quien admite que pudo ser un error de su parte.
A Harry lo llamaron a la selección sub 17, pero estaba cursando el noveno año y cumplir con la Tricolor le restaba tiempo.
"Yo prefería que sacara el noveno porque yo sé que el fútbol es corto; en cambio, si usted tiene un título debajo de su brazo, nadie se lo quita. Entonces le dije que no más en la selección nacional. A veces me arrepiento de haberle quitado esa parte, pero necesitaba que sacara el noveno y por dicha lo hizo con buenas notas".
El tiempo le dio la razón, su hijo ha ido cumpliendo las etapas, las mismas que ha completado en el fútbol, que le dieron las armas para levantarse de la banca con determinación y celebrar en el Morera Soto.