Una cancha extraña, el marcador en contra y, para añadir otras “nubes negras”, la moral golpeada por una derrota en el primer duelo, fueron tres escollos que debió superar Ramonense para llegar a la final de la Segunda División .
Los obstáculos, que hubieran doblegado el ánimo del más pintado, los capeó un hombre que manejó los hilos del juego como en sus mejores tiempos. No en vano el técnico poeta, Orlando de León, suma 36 años de utilizar la motivación como un arma psicológica para levantar equipos en crisis.
Esta vez tampoco fue la excepción. A decir verdad, el triunfo se empezó a tejer con los correctivos tras la derrota como locales en el primer juego (1 a 2), el miércoles.
Hombre avezado, De León buscó una cancha sintética igual a la del ST Center y diseñó su estrategia para voltear sus huestes en la línea ofensiva y aderezó su plan con un alto positivismo que ignorara por completo el traspié anterior.
En esa triple dosis de coraje le ganó el pulso a su colega, Róger Flores, quien apenas si pudo reaccionar sorprendido por un rival que más bien parecía local por sus arrestos.
Salvo un leve repunte luego de la primera anotación y unos 15 minutos en el segunda parte, el equipo de la franja roja tuvo una tarde deslucida, a pesar de que estaba llamado a tomar la manija desde el inicio.
El medio campo fue de los visitantes, quienes espoleados por Warren Granados y Jorge Davis se encargaron de montar el “chaparrón” y en los primeros 17 minutos ya había hecho 10 remates.
El primer boquete llegó a los 22’. Granados ejecutó un tiro de esquina que Sebastián Argüello cabeceó para igualar las cifras globales.
La reacción local fue apenas perceptible, sin mayores consecuencias para la partitura poeta.
En el alargue, y con un hombre menos tras la expulsión de Michael Mora, los visitantes hundieron al adversario con un tanto de Diego Valerio (6’), y luego con un cabezazo de Reyner Solano al 13’ del primer tiempo extra.
Otra salida por tarjeta roja de José Araya selló el calvario barriomexicanista, cuyo autor intelectual estuvo ahí, sentado en el banquillo de los triunfadores.