El balón deja de ser balón y se convierte en una línea de color blanco, velocísima, apenas perceptible al ojo humano. El balón deja de ser objeto y se convierte en luz, en euforia, en victoria.
El arquero del Real San Martín rechaza el remate y Víctor Mendoza se reincorpora tan rápido como la pierna izquierda se lo permite. De inmediato busca el balón por segunda vez y patea con furia. El balón desaparece: se convierte en una fuerza que no es de este mundo; se convierte en una red abombada, en gritos de júbilo, en lágrimas.
Gol.
Gol, gol, gol, gol, gol.
Mendoza no grita la anotación. Es algo mayor a una simple exclamación vocal. Lo siente en el cuerpo entero. Lo siente en la camiseta, en el abrazo de los compañeros, en el llanto de los profes desde el banquillo. Mendoza siente el gol en el corazón y en la pierna, la que le queda y, sobre todo, la única que necesita.
Con el tanto anotado por Mendoza, Costa Rica alcanzó su primera victoria internacional en fútbol amputado. La Selección Nacional de esta disciplina alcanzó así sus primeros tres puntos. Pero no todas las victorias están en la cancha.
Los partidos más disputados se juegan sin uniforme, frente al rival más complejo y traicionero de todos: el reflejo en el espejo.
“No saben en qué se están metiendo”
La historia del fútbol amputado en Costa Rica parece haber sido sometida a un tratamiento de crecimiento acelerado. La suya ha sido una vida veloz: el gol de Víctor Mendoza ocurrió recién el pasado sábado 29 de abril.
Ese mismo día, la selección nacional disputó tres partidos antes distintos equipos de fútbol amputado de El Salvador. En el segundo de ellos, Romario Rojas consiguió el primer gol internacional registrado a favor de Costa Rica, en una derrota de dos contra uno frente a La Paz F. C., como parte del primer Torneo Centroamericano de Fútbol para Amputados. Costa Rica concluyó su participación como subcampeón.
No deja de ser una sorpresa que los buenos resultados se hayan presentado con semejante premura, sobre todo si se piensa que con solo echar el calendario un año atrás, el fútbol amputado en nuestro país no estaba ni siquiera en planes de convertirse en una realidad.
De hecho, hace un año, el fútbol amputado apenas estaba por convertirse en un proyecto universitario.
Joshua Santana juega fútbol amputado desde hace un mes, aunque admite que se siente como si llevara años haciéndolo. “Yo pensé que mi vida deportiva había muerto. Esta oportunidad es una bendición para mí”, cuenta. Foto: Jorge NavarroHarold Villalobos y Jhanny Flores han pasado buena partes de sus vidas juntos. Jugaron en ligas infantiles y ambos se convirtieron en jugadores de Primera División. Juntos también decidieron recibir una educación superior que les permitiera acceder a un futuro más prometedor una vez concluido su paso por las canchas.
Estudiaron la carrera de Educación Física en la Universidad Autónoma de Centroamérica. El proyecto final de uno de los cursos del programa universitario, Problemas de aprendizaje, les exigía relacionar la educación física con alguna discapacidad física o mental.
“Algunos compañeros propusieron enfocarse en baloncesto en silla de ruedas, otros en fútbol para ciegos”, recuerda Villalobos, quien un día se encontraba pasando canales y topó con algo interesante en la televisión.
Era un pasaje común de cualquier partido de fútbol: un jugador se prestaba a cobrar un tiro de esquina. Pero había una diferencia clave: el hombre no tenía una pierna, y se apoyaba en dos muletas metálicas. El partido pertenecía a la fecha inaugural de la liga mexicana de fútbol amputado.
“Nunca había visto nada similar”, comenta Villalobos. “Se lo comenté a Jhanny. Le dije que ya teníamos el tema para el proyecto”.
Flores contestó que sí, que recordaba haber visto algo similar, tiempo atrás, en algún país africano. Durante la siguiente clase le hicieron la propuesta al profesor. Suena interesante, les contestó, dónde lo vieron. En México y en África. Y qué hay en Costa Rica. Profe, diay, hasta donde sabemos, no hay nada.
“El profe se quedó pensando y nos dijo: ‘Muchachos, está excelente, pero no les puedo aceptar el tema. Si ustedes hacen esto, le harían una tremenda contribución a México y a un país africano, pero ninguna a Costa Rica’. Nos mandó a sentarnos”, dice Harold.
Tomaron asiento, pero solo unos minutos después volvieron a presentarse ante el profesor. Profe, ya lo tenemos. ¿Cambiaron? No, fútbol en muletas. Si en Costa Rica no hay nada, por qué no lo hacemos nosotros. Vamos a crear la primera asociación.
“De acuerdo. Pero no saben en lo que se están metiendo”, les respondió el profesor.
Crecer, madurar, comenzar
Manuel Barrantes es el Capi. El líder de la selección nacional fue uno de los primeros interesados en el proyecto, al que se unió más o menos en agosto del año pasado, tras observar un comercial en el que se convocaba a hombres que hubieran perdido una pierna o un brazo y quisiera unirse a la Asociación Deportiva de Fútbol para Amputados (ADFA).
“El año pasado le dije a un amigo, amputado de un brazo, que tenía ganas de formar un equipo”, comenta Barrantes, quien perdió su piernas hace 20 años, como consecuencia de un tumor en el fémur izquierdo. “Llegué el sábado siguiente al entrenamiento. Yo corro en muletas, entonces estoy acostumbrado al ejercicio . Además, de joven jugué con el Saprissa. Entonces fue como volver a descargar archivos que habían estado siempre ahí y que hacía mucho no tocaba”.
El Capi fue parte de una primera convocatoria, una que ni Jhanny ni Harold se esperaban: recién inaugurado el proyecto, a mediados del 2015, Harold fue contactado por el presidente de la Asociación Mexicana de Fútbol Amputado, quien se enteró de la creación de un ente costarricense para dicho deporte. “Si consiguen 15 jugadores para el 10 de setiembre, están invitados a la Copa América aquí”.
Además de jugar fútbol, Manuel Barrantes practica el atletismo con muletas. Foto: Jorge NavarroEl reclutamiento dio resultados: para la fecha indicada, la selección costarricense estaba conformada por 17 jugadores, que viajaron a México sin saber a qué se enfrentarían. 0-3 contra Haití. 0-12 contra México. 0-9 contra Colombia. 0-13 contra El Salvador. 0-5, de nuevo, contra Haití.
“Tuvimos que hacer un importante trabajo psicológico para que los muchachos no se desanimaran”, relata Villalobos. “Les dejamos claros que era un paso necesario. Incluso tomamos consuelo en el hecho de que Haití, que es una de las potencias mundiales en el deporte, tardó cinco años en hacer su primer gol internacional”.
Lo que siguió fue un proceso arduo de profesionalización del deporte. Pronto, la selección consiguió un preparador físico, un fisioterapeuta, un nutricionista. Además, la llegada de nuevos jugadores interesados en el deporte era constante.
Pronto, el crecimiento obligó a Flores y Villalobos a pensar ya no solo en términos de una selección, sino en equipos locales. Primero se formaron tres, inspirados en los tres equipos más populares del fútbol de primera división. Dos de ellos, Herediano y Alajuelense, ya cuentan con el apoyo de los clubes de primera; el tercero, al menos de momento, se mantiene como el Club Morado, a la espera del espaldarazo correspondiente.
En las últimas semanas nació un cuarto equipo, el Fútbol Club Kinesiología, formado por don Manuel Barrantes y su hijo. La meta de la Asociación es que, para enero, el total de equipos se eleve a 6 y así comenzar con la primera edición del campeonato nacional de fútbol amputado.
“A diferencia de correr, que es una actividad solitaria, estar en equipo te permite compartir con mucha gente”, cuenta don Manuel. “Se convierte en un motor adicional y en una experiencia más satisfactoria. Querés estar con esta gente, se convierten en tu familia”.
Escuela de vida
Roberto Méndez y Joshua Santana se reúnen, todos los sábados, a las 9:30 de la mañana, con otros 43 jugadores en la plaza Mozotal, en Guadalupe. Entre ellos, hay varios casos de menores de edad. Nathan, de 10 años, perdió la pierna por una trombosis; Ricardo, de 12, tuvo un tumor; a Carlos, de 15, lo atropelló un carro.
Los cuatro equipos existentes, que no cuentan con sedes individuales, se reparten el espacio de la cancha para llevar a cabo los entrenamientos. Méndez –que responde al alias de Fun– y Santana –sobrino de Carlos Santana, icónico mediocampista del Saprissa– representa al Herediano y a la Liga, en orden respectivo.
Ambos se unieron al proyecto de formas distintas. A Méndez lo invitó un actual compañero de equipo, a Santana le hizo la recomendación una doctora.
“Yo estaba en el Centro Nacional de Rehabilitación. En el 2009 sufrí una fractura de tibia y peroné, porque me metí al redondel de Zapote y un toro me revolcó”, cuenta Santana, de 26 años. Desde entonces se sometió a 15 cirugías hasta que en febrero de este año su pierna debió ser amputada.
Roberto Méndez juega para el Herediano. También existe un equipo de la Liga Deportiva Alajuelense. Foto: Jorge NavarroA Fun, en cambio, la pierna se la arrebató un sarcoma agresivo y expansivo. “Ni la radioterapia ni la quimioterapia eran efectivas. Tuvimos que amputar la pierna”, relata Méndez, quien durante 30 años trabajó como aduanero hasta que su discapacidad lo obligó a retirarse del ámbito laboral.
Ambos coinciden en que la amputación de sus piernas fue lo mejor que les ha pasado en sus vidas y que, gracias a esa pérdida, ganaron mucho, en cuenta la práctica del fútbol amputado. “Me he dado cuenta de que para seguir adelante no hacen falta los pies, hace falta voluntad”, dice Méndez.
La filosofía de la ADFA sigue esa línea, precisamente. Cuenta Harold Villalobos que cuando los nuevos jugadores se presentan a los entrenamientos, el “pobrecito” queda absolutamente prohibido. “A todos los les dejamos claros que porque les falte una pierna no significa que sean menos capaces. ‘Si están aquí, los vamos a tratar como nos trataban a Jhanny y a mí en Primera División’. El de hecho de que a alguien le falte una pierna a nosotros no nos importa. Aquí se forman atletas”.
Esa es una lección que Michael Chaves, quien se ha capacitado como árbitro de esta disciplina, tiene muy clara. “Ver a esta gente practicar un deporte sin preocuparse por su discapacidad pone las cosas en perspectiva. Todos ellos demuestran coraje y deseos de superarse y competir. Esto es no es fútbol limitado: es fútbol adaptado”.
Gol, gol, gol
Víctor Mendoza observó cómo su compañero, Christian Agüero, recuperó la pelota en la media cancha. Unos minutos antes, durante el juego ante el Real San Martín, el 29 de abril pasado, los entrenadores de la Selección Nacional de Fútbol Amputado, Harold Villalobos y Jhanny Flores, habían realizado unos cambios tácticos: el Real San Martín no había hecho un solo intento de atacar al equipo nacional.
Por ello, decidieron adelantar a Agüero unos metros, hasta la media cancha, donde recuperó un balón suelto que de inmediato cedió a Mendoza.
Trofeo del subcampeonato centroamericano conseguido por la selección en su visita a El Salvador. Foto: Jorge NavarroMuchas cosas pasaron, entonces, por la cabeza del delantero.
Habrá recordado su juventud problemática en Limón, donde la vida lo condujo por caminos que hoy reconoce incorrectos. Lo admite sin pena pero sin orgullo: pasó diez años encerrado en el Centro Penitenciario La Reforma, por homicidio.
“En La Reforma nadie se reforma. Ahí aprendí todo lo malo que no había conocido antes. Nadie mejora en el sistema penitenciario, solo el que quiera poner de su parte”, reconoce.
En aquel momento, Mendoza no quería poner de su parte. Hizo lo contrario: se juntó con gente complicada, y se involucró en asuntos oscuros. Ocho meses después de haber abandonado la prisión, Mendoza tenía dos carros, una moto y una casa amueblada.
“En la delincuencia hay solo tres caminos: la cárcel, la muerte o salirse. Yo no me quería salir, porque lo tenía todo. Nadie quiere dejar el dulce. Y ya había estado en la cárcel. Creo que me tocaba la muerte”.
Hace cuatro años, la muerte fue a por Mendoza. El joven había conducido su motocicleta hasta el supermercado, donde pensaba comprar el periódico para su esposa. Allí, discutió por teléfono con un muchacho. Perdió los papeles. Se dejó llevar. Cuando montó su motocicleta de nuevo, más pensaba en el pleito que en la carretera.
Para el momento en que tomó la curva en Sabanilla, el velocímetro marcaba 120 kilómetros por hora. Cuando llegó al hospital, ya Mendoza no tenía la parte inferior de su pierna derecha.
Con su izquierda, sin embargo, recibió el balón de su compañero, y encaró a los defensores del Real San Martín, mientras la tarde caía en San Salvador. Mendoza se deshizo de uno y de otro, sin importarle el dolor que sentía en sus brazos cansado o en su pierna: solo unas horas antes, en el primer juego de la jornada, su tobillo se había hinchado como consecuencia de un golpe.
Los preparadores opinaban que no debía jugar, pero Mendoza insistió hasta que se lo permitieron. Al delantero le resulta divertido pensar que, a principios de año, cuando contactó por primera vez a Harold Villalobos, le dijo que él solo iba a jugar con su prótesis.
Víctor Mendoza anotó el segundo gol internacional de Costa Rica en fútbol amputado. Foto: Jorge NavarroEl profe le insistió en que las reglas indicaban que debía hacerlo en muletas. “¿Sabe qué puede hacer con su equipo?”, le contestó entonces Mendoza. Hicieron falta varios intentos para que, al final, el jugador se convenciera de que sí, de que estaba dispuesto a enfrentar el reto de jugar sin una pierna.
“Sobreponerse a la limitante, creérsela. Eso le ha cambiado la vida a los muchachos. Muchachos que han dejado atrás la depresión, muchachos que ya no se duermen llorando por sus piernas. Eso es lo que forma el fútbol amputado”, dice Villalobos.
Entre ellos, Víctor Mendoza, que se quita a uno, se quita a dos, pisa el área del Real San Martín y dispara a portería, mientras se resbala. El arquero rechaza el balón y Mendoza, tan rápido como puede, se repone, mide la pelota, patea con furia.
El balón deja de ser objeto y se convierte en luz cuando abomba la red. Víctor Mendoza se convierte en gol.