EscucharCartago. Estaba “cantado”: el que perdiera ayer se iba a dejar la crisis en solitario.
Brumosos y rojinegros llegaron a este compromiso en circunstancias muy similares: agobiados por las derrotas recientes y con la afición disgustada, pidiendo cabezas y con los nervios de punta.
Era un partido al borde de la tensión, donde ambos jugaban con fuego. Pero el efecto milagroso de una victoria prometía curar casi todos los males.
El bálsamo fue para el cuadro manudo. Luego de una semana donde solo se habló de temas espinosos como las multas, y los jugadores tuvieron que salir públicamente a descartar un boicot, ganar de forma contundente le echó agua al incendio.
Quizás las llamas de la crisis aún no se apagan del todo en Alajuela, y podrían reavivarse con un nuevo papelón el miércoles ante Puntarenas.
Mas, el equipo del Cheché Hernández llegaría a este juego con el triple de presión de no haber vencido al Cartaginés.
El 3-0 de ayer envalentona a los erizos de cara al juego de vuelta en el Puerto, y alguno de los integrantes de su directiva se permitió esgrimir ayer un discurso cargado de optimismo.
Cartaginés dilapidó la oportunidad de recibir esa sensación de alivio. Una victoria ante la Liga, aún sin ser el mejor momento de los manudos, hubiera bastado para llevar algo de paz a la atribulada afición brumosa.
En vez de eso, la cuarta derrota consecutiva prolonga la alarma en la Vieja Metrópoli. La zona de clasificación se aleja cada vez más, y pensar en el primer lugar pasó a ser una lejana ambición (el líder de su grupo, Saprissa, está 14 puntos arriba).
Debilidad. De nuevo, los jugadores blanquiazules se desplomaron tras una mala acción. Basta alguna desgracia para que a este equipo se le agote la reserva anímica. Y si se trata de dos tropiezos (la mano de Mahoney y el penal atajado a Solórzano), el resultado es inevitable.
Mas, de momento no parece que el hilo se vaya a romper por el lugar de siempre, pues la directiva profesa un reiterado apoyo a su actual cuerpo técnico. Solo que en el futbol tales lealtades terminan evaporándose tarde o temprano, cuando no llegan los resultados.
