Todas las circunstancias se confabularon para tratar de que los hombres de la Universidad quedaran fuera del camino.
La combinación de los factores dejaba poco espacio al optimismo: jugaron 45 minutos con dos piezas menos, su técnico dirigía desde las gradas y, como si fuera poco, tenían prohibido perder.
Ante semejante panorama, solamente quedó la opción de echar mano al coraje, apelar a la garra y renunciar a las filigranas, en una fórmula que dejó las cifras en empate sin goles entre universitarios y paraiseños.
Es verdad: los cartones se quedaron en blanco, pero a veces el marcador suele ser engañoso. Nada de futbol aburrido porque más bien la mañana enseñó que en la parcela académica sobraba la sangre caliente.
Fue en ese sector en donde hombres como Emerson Madrigal y Michael Robinson triplicaron fuerzas para llegar hasta la otra orilla.
Y es que el horizonte, que empezó a decantarse con una escuadra universitaria fuerte en ofensiva como primer mandamiento, cambió de claro a oscuro en los últimos 20 minutos de la primera fase del partido.
Con menos gente
Sobre el minuto 29, el capitán de Universidad, Allan Meléndez, se ganó la cartulina roja directa en una barrida por detrás contra Alexánder Abarca.
Cuando se asomaba el final de la primera parte (44í), Onil Vásquez le cometió infracción al paraiseño José Calderón y Universidad perdió a su segunda pieza por una expulsión que Vásquez terminó de "adornar", con una trompada sobre el labio de Douglas Barquero cuando el juego estaba detenido.
Tras el descanso, cuando se presumía un vendaval sobre territorio de la academia, Madrigal se creció como el líder natural de la zaga, respaldado en un Robinson que aportó pausa y salida por el costado derecho.
En esa trinchera se fraguó la clave del libreto que catapultó a la clasificación: multiplicar la dosis de sudor cuando se trabaja en minoría.