A los 13 años, cuando la niñez acaba y las ganas de conocer la vida y el mundo se salen por los poros, Ariana Rahmanparast Batalla se inclinó por la decisión que ninguna tica, hasta ese momento, había tomado.
Ella, hija de Sandra Batalla y Mehran Rahmanparast, se metió entre ceja y ceja que quiere elevar el nombre del país a lo más alto del tenis mundial, y se dio cuenta que solo dedicándose 100 % a ello conseguiría hacer camino en una profesión que tiene miles de aspirantes.
“El tenis es algo que me apasiona mucho, la verdad prefiero estar en la cancha que estar en el colegio estudiando o de fiesta, o así, empecé a jugar a los seis años y sigo con el mismo entrenador, David Ensignea, un chileno”, dijo la deportista el miércoles anterior, días antes de ganar la Copa Cariari tanto en la categoría de dobles como individual.
De acuerdo con Silvana Batalla, el ejemplo más grande de la convicción de su sobrina fue el año pasado, cuando se recuperaba de una cirugía en la rodilla derecha, y a la hora de ir al médico no le importó saber cuándo podía salir con amigos.
“Le dije: ‘Ari pregúntele cuándo puede volver a usar tacones’, pero ella se volvió y me dijo: ‘A mí eso no me importa, lo que quiero es jugar’, y me dejó claro que para ella lo único que importa es el tenis”, comentó la orgullosa pariente.
La mística de Rahmanparast por llegar lo más alto posible ha hecho que en lo que va del año sume una victoria en individual y un segundo lugar en dobles en el torneo Querétaro Juniors, en México, que es grado cuatro de la ITF.
“También obtuve en dobles en Guadalajara, y me quedé en semifinales en individual”, añadió.
Gracias a esto está en el puesto 236 del mundo y podrá competir en el Wimbledon juvenil de este julio.
Tras practicar jornadas de cinco horas diarias (mañana y tarde), Ariana dedica sus noches al estudio en la Florida Virtual School.
Nacida en Miami hace 17 años, de padre iraní pero con residencia tica, esta adolescente le apuesta al camino difícil para conseguir su meta de ser alguien en el tenis.