A punto del retiro, el zaguero saprissista se confiesa: no fue un angelito y lo admite; aprendió a responder patada con patada sin salir expulsado. Ganó más de lo que perdió, pero no titubea al admitir que delanteros como Erick Scott alguna vez le ganaron la partida. Admite que su retiro le llega temprano, pero a falta de una extensión de contrato, prefiere guardar los tacos que jugar en otro equipo.
Gabriel Badilla sabe que se ganó la fama de rudo, pero al enfrentarse a su despedida se muestra sentimental, el tono de voz le cambia y la nostalgia casi asoma por sus ojos. Hoy, ya no tiene nada que ocultar.
En beneficio de la transparencia y para evitar distorsiones del debate público por medios informáticos o aprovechando el anonimato, la sección de comentarios está reservada para nuestros suscriptores para comentar sobre el contenido de los artículos, no sobre los autores. El nombre completo y número de cédula del suscriptor aparecerá automáticamente con el comentario.