El euro celebra hoy, en una atmósfera de desencanto, su primer aniversario como moneda constante y sonante, porque conquistó antes a las carteras que a la población, y sigue en tela de juicio debido al alza de precios sufrida por los europeos.
Tras haber acogido hace un año en un ambiente grato, y muy mediatizado, la llegada de las monedas y billetes, símbolos de la mayor reforma monetaria de la historia del continente, los europeos moderaron su entusiasmo a medida que iba avanzando el año.
De acuerdo con una encuesta del Instituto Ipsos, efectuada en siete de los 12 países de la zona euro, el 53 por ciento de los ciudadanos mantendría el euro, mientras el 45 por ciento desearía regresar a su antigua moneda.
Los argumentos
La dificultad de las conversiones y el sentimiento persistente de un alza de precios de los productos de uso cotidiano originaron un desencanto ante la moneda única.
Muy pocos europeos piensan en euros, incluso el presidente del Bundesbank (banco central alemán), Ernst Welteke, reconoció hace dos semanas que aún hacía las cuentas en marcos alemanes.
Sin embargo, el papel del euro como causa del alza de precios, aunque la inflación media de la zona oficialmente apenas ha sido del 2,2 por ciento de noviembre del 2001 a noviembre del 2002, es la coyuntura más preocupante.
La realidad de la baja o del estancamiento del poder adquisitivo, asociado al alza leve de los precios de la comida o de los servicios públicos básicos, origina en los medios populares la impresión de un fuerte descenso.
Sin embargo, precisamente son los productos de la canasta básica los que sí han aumentado, tal y como indicó antes de Navidad la revista francesa Que Choisir, que constató un alza del 8,2 por ciento en 55 productos en un lapso de 18 meses.