En un comunicado emitido el sábado pasado, tras una tarde de conversaciones, los ministros de Finanzas del G-7 y los jefes de los bancos centrales se quejaron de que las grandes economías emergentes no están haciendo lo que les corresponde en el manejo colectivo de la economía global.
Pero Pekín, acusado por los críticos de mantener su moneda barata para impulsar las exportaciones, fue el único país distinguido por su nombre.
“Se necesita una mayor flexibilidad cambiaria en las economías emergentes con grandes superávit de cuenta corriente, especialmente China, para que se ocurran los ajustes necesarios”, dijo el G-7.
El comunicado no mencionó al yen, pero en comentarios tras la reunión, funcionarios dejaron la puerta abierta a una mayor apreciación de la moneda japonesa, la que ha caído a mínimos de 21 años al ser ajustada por inflación.
El yen se ha depreciado pese a que el Banco de Japón, el 14 de julio, mostró confianza en la economía elevando las tasas de interés desde 0% por primera vez en seis años.
Notamos que el fin de la política monetaria con tasas de interés del 0% y que su recuperación están ampliamente justificadas. Estamos de acuerdo en que el yen reflejará estos progresos, señaló Jean-Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo.
Europa está preocupada por la debilidad del yen, ya que teme que el euro deba soportar la mayor parte del ajuste monetario global.