Bruselas
La Unión Europea y Canadá firmaron oficialmente este domingo la creación de un espacio de libre comercio trasatlántico de 550 millones de habitantes (CETA), tras arduas negociaciones de última hora con Bélgica que anuncian un difícil camino para el más ambicioso acuerdo comercial con Estados Unidos, el TTIP.
"Habíamos planeado firmar este acuerdo hace tres días, pero lo firmamos ahora, dijo en Bruselas el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, quien defendió "el impacto económico que tendrá a lo largo de decenios" para los ciudadanos europeos y canadienses.
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Tras siete años de negociaciones, los mandatarios de ambas regiones rubricaron el Acuerdo Económico y Comercial Global, más conocido como CETA por sus siglas en inglés, que suprime el 99% de los aranceles e implica el ahorro de 500 millones de euros para los exportadores europeos, según Bruselas.
La cumbre comenzó con sonrisas, apretones de manos y abrazos entre Trudeau, el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, y su homólogo del ejecutivo comunitario, Jean-Claude Juncker, si bien se vieron obligados a calmar de nuevo los temores que genera este acuerdo.
Para Juncker, "es un acuerdo claro entre dos grandes sistemas democráticos" que no amenaza a la democracia. "El libre comercio y la globalización han protegido a la humanidad de la pobreza, el hambre y el conflicto total", subrayó a su lado el presidente del Consejo Europeo.
Unos temores que seguían expresando en el exterior del edificio decenas de opositores sentados sobre una calzada teñida de rojo y portando pancartas con el lema: "Ciudadanos, antes que multinacionales". Algunos de ellos fueron desalojados por la policía al intentar acceder a la sede del Consejo.
Los europeos temían que el no poder firmar el acuerdo con Canadá afectara a su credibilidad en la escena internacional, abriendo una nueva crisis en un bloque debilitado desde el crash financiero de 2008, así como por los atentados yihadistas, el drama migratorio y la voluntad de Reino Unido de abandonar la UE (Brexit).
"La decisión de hoy demuestra que la desintegración de la comunidad occidental no tiene por qué convertirse en una tendencia duradera", subrayó el presidente del Consejo.
El último episodio de presiones y ultimátums velados a Bélgica para obtener su necesario 'Sí' siembra dudas, no obstante, sobre la capacidad de los europeos para negociar el Brexit o para cerrar los acuerdos comerciales discutidos con Estados Unidos, Japón o los países del Mercosur.
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La comisaria europea de Comercio, Cecilia Malmström, se hizo eco de estos retos, al abogar por un compromiso con los ciudadanos desde el principio, "para explicar, escuchar sus preocupaciones, (...) y asegurarse de que haya más transparencia e implicación".
Los líderes europeos iniciaron ya esta tarea pedagógica, al defender los beneficios del CETA para la creación de empleo y el crecimiento económico. "31 millones de empleos dependen directamente de nuestras exportaciones", aseguró Juncker.
Una vez que la Eurocámara y el Parlamento canadiense ratifiquen el tratado, éste entrará en vigor de manera provisional y parcial, a la espera del resultado de un complejo proceso de ratificación por parte de los 28 que puede llevar años.
Fuera de la aplicación provisional quedaría el controvertido mecanismo de resolución de litigios entre los Estados y las multinacionales, que pueden denunciarlos si estiman alguna de sus políticas contraria a sus intereses comerciales.
El presidente de la región belga de Valonia, Paul Magnette, la cara visible del bloqueo a la firma del CETA, aceptó finalmente el viernes levantar su veto, después de obtener garantías de la UE de que los jueces de este tribunal de arbitraje no tendrían vínculos con los "ambientes de negocios".
"Los futuros acuerdos [comerciales] se inspirarán de este modelo que reconoce que los gobiernos tienen el derecho de proteger las profundas preocupaciones de sus ciudadanos", subrayó Trudeau, que lo calificó de "progresista".
Los dirigentes europeos también consideran que el CETA debe ser el modelo de los próximos acuerdos comerciales, como el negociado con Estados Unidos, mucho más ambicioso y más impopular en Europa.
El difícil avance de las negociaciones del TTIP obligó a la UE a renunciar a su objetivo de firmarlo durante el mandato del presidente estadounidense Barack Obama, pero su futuro no está del todo despejado.
"Ya podemos sacar una lección: Con el CETA mejorado, el TTIP está muerto y enterrado", advirtió Magnette el viernes, lo que hace presagiar otro duro camino para este tratado comercial con la primera potencia económica mundial.
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Defendido por los dirigentes europeos como un "acuerdo modelo", el tratado de libre comercio entre la UE y Canadá, que prevé la supresión del 99% de los aranceles entre ambas regiones, enfrenta duras críticas, al igual que el impopular TTIP discutido con Estados Unidos.
Tras siete años de negociaciones, el Acuerdo Económico y Comercial Global, más conocido como CETA por sus siglas en inglés, uniría a unos 35 millones de canadienses y unos 510 millones de europeos en un único espacio de libre comercio.
Según Bruselas, el CETA suprimirá en la práctica el pago de 500 millones de euros en derechos de aduana para los productos europeos exportados a Canadá.
Ottawa es el duodécimo socio comercial de la los europeos en materia de importaciones (1,6% de importaciones de la UE) y el décimotercero respecto a las exportaciones (2,0%), según cifras publicadas el domingo por el instituto de estadística europeo Eurostat.
El excedente comercial de la UE con Canadá se elevó en 2015 a 6.900 millones de euros para los bienes y a 3.800 millones de euros para los servicios.
La supresión de los aranceles no afectaría a los productos considerados sensibles, como la carne de vacuno y de cerdo canadienses exportadas a la UE. El acuerdo garantiza además una protección adicional a 143 productos europeos con denominación de origen controlado.
Las empresas europeas podrán acceder también a las licitaciones públicas canadienses, incluso a nivel de las ciudades y las provincias que gestionan una parte importante del gasto público. Los europeos consideran un avance este punto, después de haber otorgado un amplio acceso a sus mercados a las empresas canadienses.
Este acuerdo no modificará las reglas europeas sobre seguridad alimentaria o protección del medio ambiente, ya que las compañías canadienses no podrán exportar productos que no respeten las normas del bloque. Por ejemplo, la carne de vacuno tratada con hormonas seguirá sin estar autorizada.