Tengo un amigo, quien para hablar del paquete genético, especialmente en lo relacionado con talentos personales, se refiere a "lo que nos pusieron en la lonchera". Ciertamente a todos nos han puesto un conjunto de talentos diferente.
Salimos de casa hacia la vida con una "lonchera". Lo que se encuentra en ella, es producto de la genética, de la crianza, de nuestras experiencias infantiles. Al comparar nuestras "loncheras" con las de los amigos, compañeros y competidores, uno podría dedicar energía y tiempo a lamentarse de los que nos pusieron en ellas, lo cual sería estéril. Más fecunda sería la consideración de lo que somos capaces de hacer con lo que nos han puesto. Como dicen algunos neurólogos, utilizamos una porción muy baja de nuestro cerebro, y posiblemente lo mismo se podría afirmar de otros centros de nuestra vida: afectividad, actitudes, carácter.
En mi trabajo de desarrollo de ejecutivos utilizo un concepto adicional al de la "lonchera". Se trata de "la caja de herramientas". Empezamos a formar nuestra "caja de herramientas" temprano en nuestra vida, pero claramente hay etapas en las cuales con mayor claridad de intención, vamos acrecentando ese acervo de talentos adquiridos, mediante la práctica. Hay un momento en nuestro desarrollo en el cual dejamos de aprender para la gradería, para padres y otro público, para el título como súmbolo y nos dedicamos silenciosamente a adquirir más herramientas, según nuestra particular orientación. Por ejemplo, para un técnico en producción, constituyen herramientas las técnicas de programación, o el concepto de mantenimiento preventivo. Para el intelectual, las herramientas son los conceptos: sostenibilidad, entropía, ventaja comparativa, constituyen herramientas útiles para animar su pensamiento. Con esos conceptos, unos y otros no solo se facultan para hacer más, sino que quedan también en posición de ser más. Somos una unidad y me gusta pensar que no hay forma de aprender a manejar un martillo o un micrómetro sin que eso nos deja una huella conceptual. Ni tampoco podemos aprender sobre dinámica de grupos o sobre estrategia sin que eso de alguna manera llegue a afectar nuestras habilidades motoras finas.
La "lonchera" nos la dan. La "caja de herramientas" tenemos que irla haciendo. De la "lonchera" no somos responsables. De la "caja de herramientas" sí que los somos. Confundir esa responsabilidad nos lleva a tener una actitud equivocada ante el aprendizaje. Hay personas que a los 30 años tienen ante el aprendizaje una actitud de niños pequeños: aprender solo aquello que podría "salir en el examen". Una actitud más actitud constructiva es la de gestionar el propio aprendizaje. No esperarse a que nos enseñen, sino mantener una permanente actitud de enriquecimiento personal. Pablo Casals, virtuoso del cello, practicaba con su instrumento de manera concienzuda a los noventa y tantos años. Alguien le preguntó, por qué, siendo el mejor del mundo, seguía empeñándose con el ímpetu de un principiante. Su respuesta es un joya: ¡Porque todavía siento que mejoro!
Cerrar la "caja de herramientas" y darse por satisfecho con ella, es algo así como jubilarse espiritualmente. Es bueno, a su tiempo, jubilarse laboralmente. Pero espiritualmente no deberíamos jubilarnos de manera voluntaria. Un día nos jubilarán, pero no lo hagamos prematuramente. Como la de Pablo Casals, nuestra "caja de herramientas" siempre podrá acrecentarse. Gestionar el aprendizaje es andar por ahí proactivamente aprovechando oportunidades para aprender, realizando adquisiciones valiosas, estableciendo conexiones, recreando lo que hemos adquirido.