Madrid EFE .- El desplome de los precios del crudo –el barril de Brent ha caído más de un 70% desde mediados de 2014– mueve los cimientos del mercado y los cada vez más delicados equilibrios entre países productores y consumidores.
Mientras los primeros pelean por sus cuotas de producción con situaciones económicas dispares e intereses cruzados, los segundos empiezan a advertir la cara menos amable del petróleo barato.
El origen. ¿Cuándo empezó esta caída? ¿Por qué?
El barril de Brent acumula casi 600 días sin una recuperación consistente de los precios, una racha mucho mayor que en crisis anteriores, según recogía esta semana el catedrático de la Universidad de Barcelona, Mariano Marzo.
A la hora de señalar las causas de lo que Marzo define como un “choque tectónico, un movimiento de placas que tardará en ajustarse”, hay que mirar el exceso de oferta en un momento de debilidad económica y al cambio en la política de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), con la poderosa Arabia Saudí al frente, que a finales de 2014 decidió dar un giro a su estrategia y no ajustar la producción.
Un cambio en el que la “revolución” de los no convencionales con técnicas de extracción como la fracturación hidráulica o “fracking” en Estados Unidos, que ha sumado varios millones de barriles a la producción mundial, estuvo muy presente.
“La oferta supera a la demanda y la OPEP ha dejado de funcionar como cartel”, coincide el director de Estudios de Repsol, Antonio Merino.
En las razones de por qué se está prologando tanto esta situación ya entran factores como el frenazo de China y los países emergentes sin ese ajuste en la producción, unos no convencionales más eficientes y resistentes de lo previsto y el retorno de Irán a la exportación.
También los inventarios en cifras récord o las pugnas internas entre productores del Golfo por su cuota o los objetivos de París para reducir emisiones, señalan los expertos.
Las dos caras. Como señaló el profesor de la Universidad de Harvard, Kenneth Rogoff, el abaratamiento del crudo suele resultar un juego de suma cero en el que los productores pierden y los consumidores ganan.
Del lado de los “ganadores”, las cifras muestran beneficios en forma de menor factura energética y menor inflación.
Pero empresas del sector registran perdidas y recortan empleos e inversiones: las grandes petroleras redujeron un 78% sus beneficios en 2015, lo que acompañaron de duros ajustes.
Del lado de los perdedores, señalaba el investigador del Instituto Elcano, Gonzalo Escribano, hay distintas categorías de “sufrimiento” en función de la calidad y cantidad de sus reservas, su situación interna.
Los países del golfo Pérsico, con el 80% de sus reservas viables con el barril por debajo de los $40, serían los más preparados para resistir este panorama pero la situación es complicada en Irak, Libia o Nigeria.
En mayor o menor medida, todos los productores tienen que meter la tijera a sus presupuestos y la economía global no sale bien parada: los precios actuales no permiten a estos países equilibrar sus presupuestos, lo que se puede traducir en conflictos sociales, tensiones geopolíticas y reducción de inversiones.
“Se está creando un grave estrés económico, social y político que tiene serias repercusiones a escala global”, añade Marzo.
El efecto no está siendo “tan positivo en el corto plazo” y se ha demostrado que algunas economías no iban tan bien como se esperaba, apunta Merino.
Quizá, apuntan, haya que redefinir el análisis económico con los precios del crudo.
La bola de cristal. Los precios actuales parecen insostenibles pero casi nadie ve una clara y rápida recuperación, con los productores manteniendo su pulso para conservar su cuota de mercado.
En sus últimos informes, el departamento de Energía de Estados Unidos fija un precio medio de $40 en 2016 y de $50 en 2017.
También hay un informe de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) que explora un escenario con el barril sin superar los $60 hasta la próxima década.
Para Gonzalo Escribano, el futuro equilibrio pasa por una “pugna apasionante” entre la capacidad de los productores más modernos, de mejorar tecnologías y ajustar costes; y la de los países de Oriente Medio de ajustar presupuestos y aguantar.
Mientras, aunque es un estimulo importante, a la economía global no ha parecido sentarle tan bien como se podía pensar este mundo de crudo barato.