La respuesta siempre es poco comprometedora cuando se pregunta al ministro costarricense Alberto Trejos o a la jefa negociadora Anabel González sobre el acuerdo que firmaron en diciembre el resto de países istmeños.
Para ellos, cada nación tiene realidades diferentes y busca su propia conveniencia en un trato. Sin embargo, en los países del istmo han surgido quejas después de la firma del TLC con EE. UU.
Uno de los casos más claros se ha visto en Guatemala, donde algunos sectores, por medio de la prensa, acusaron a su ministra de Economía de haberlos engañado.
Productores de maíz, arroz y frijoles reprocharon a la funcionaria el haberles asegurado que el TLC incorporaba un sistema que exigía a la industria local la compra de ciertas cantidades de su producción antes de importar con ventajas arancelarias.
Los guatemaltecos dicen haber descubierto ahora que eso no era cierto y harán todo lo posible para que el TLC no se apruebe definitivamente en el Congreso.
En ese mismo país, el jefe negociador Guido Rodas reconoció que hubo sectores que no lograron lo que esperaban. Mencionó entre ellos al de telecomunicaciones, porcinos y genéricos.
Sin embargo, consideró que, gracias a esos sacrificados, se lograron importantes concesiones para los azucareros del país.
En Nicaragua, los representantes del sector agropecuario también expresaron malestar porque, al negociarse muchos productos delicados, no privaron los aspectos técnicos sino los políticos.
Uno de los voceros de los agricultores dijo al diario La Prensa , en diciembre, que les molestó cómo, en la última ronda, los representantes de la sociedad, incluidos los sectores productivos y empresariales, pasaron a segundo plano y no fueron consultados.
En El Salvador, el ministro de Economía, Miguel Lacayo, destacó el cierre del TLC como el principal logro de su cartera, pero reconoció que hay grupos, como los productores de cerdos, que necesitarán planes de apoyo estatal para mejorar su competitividad.