Muchos recuerdan la sensación nacional que causó la llegada de Intel a Costa Rica. Los años han pasado y aún es noticia. No obstante, subyace la pregunta: ¿cuál es la contribución de Intel?
Las respuestas son múltiples y estudios recientes dan constancia de ello, pero analizar la contribución de Intel resultaría limitado si se asocia solo a cuántos millones de dólares ha invertido en el país, los miles de empleos generados, o el valor de sus miles de millones de dólares exportados o su contribución para diversificar mercados, entre otros.
El “efecto” Intel es el que nos permitió como país entender que somos tan pequeños que una sola empresa puede afectar nuestras cuentas nacionales.
Nos obligó a entender las diferencias entre producto interno bruto y el ingreso nacional y a ver las cuentas de la balanza de pagos con más detalle y superar la miopía de ver el balance comercial como un saldo relevante y comenzar a ver integralmente la cuenta corriente y cómo se recomponía.
Además, evidenció la necesidad de medir el valor agregado de las exportaciones, que es mucho más relevante que solamente el valor de venta final al exterior.
También nos obligó a entender que las operaciones multinacionales son más sofisticadas y que la institucionalidad tradicional debía cambiar induciendo a simplificaciones en procedimientos que favorecieron a otras empresas que después se instalaron.
De igual manera, Intel permitió confirmar que los esquemas de incentivos fiscales son poco sostenibles, siendo relevante la auténtica competitividad para los negocios internacionales.
Estas son algunas de las nuevas discusiones nacionales que surgieron en torno a Intel. Ese es el “efecto” Intel que debemos capitalizar, porque sin duda vendrán nuevos “inteles” y ya tendremos camino aprendido.