La llamada economía disruptiva comienza a extender sus tentáculos en Costa Rica, aunque de manera lenta.
Se trata de negocios que se transan mediante una plataforma tecnológica, poniendo en contacto a proveedores y clientes, sin necesidad de que exista un intermediario.
Dos grandes exponentes de esta tendencia son Uber y Air BnB, que en los últimos años recibieron la compañía de otros emprendimientos semejantes.
El negocio está en que quienes crean la aplicación, ganan dinero mediante una comisión cobrada por cada orden vendida o por cada servicio prestado.
Imagine estar trabajando desde su casa, querer comerse un buen casado, pero no tener tiempo para cocinarlo.
Varias aplicaciones en el mundo le permiten ponerse en contacto con alguien más que pueda llevarle la comida caliente a su casa y ganar algo a cambio. Usualmente, es el proveedor quien establece ese precio.
Varios proyectos de negocio en Costa Rica quieren sacarle provecho al modelo, aunque los ejemplos todavía no abundan.
En la firma costarricense Ícaro, dedicada a proporcionar capital ángel, se gestan tres casos.
Uno es de comida caliente; otro, de transporte, y otro, de acopio de productos frescos, detalló José Luis Fernández, director de esta firma de inversionistas.
Los capitalistas ángeles aportan recursos en proyectos que usualmente son riesgosos, pero que, si llegan a florecer, pueden escalar rápidamente. Es una característica que se potencia con tecnologías digitales.
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El Ministerio de Economía, Industria y Comercio carece de información al respecto. Ni siquiera cuenta con datos para especificar cuántas de las empresas apoyadas por el Estado tienen componentes tecnológicos.
Los retos. El desafío para quien se embarque en un negocio de economía bajo demanda puede ser más intenso que para otro tipo de emprendedores, explica el director de la firma de asesoría en tecnologías Prodigious, José Coto.
El reto está en equilibrar la demanda y la oferta del servicio o producto ofrecido por medio de la plataforma.
Los clientes se unirán en la medida en que encuentren una oferta interesante de productos y servicios y los oferentes ingresarán en tanto vean que crece la demanda. “Es el típico juego del huevo o la gallina”, dice Coto.
Fernández coincide en que el reto está en la monetización de los productos, no tanto en el arte o en la innovación, explica.
Otro de los retos está en la adaptación de las regulaciones estatales a las nuevas tendencias, una complicación que ya ataca la operación de Uber y de Air BnB en el país.