En la práctica, muchas de las operaciones -evasivas, en su gran mayoría- que se hacen a diario, se apruebe o no la reforma fiscal, seguirán dándose sin mayor contratiempo y sin menoscabo económico alguno de tipo impositivo.
Pensar que pasar del sistema de renta territorial a renta global y mundial va a incrementar la recaudación tributaria sería un pensar un tanto ingenuo.
Muchas de las rentas que por ley hoy son exentas ya están, de por sí, ubicadas en jurisdicciones de baja imposición tributaria, fuera del alcance de Tributación.
Así que, lejos de propiciar una mayor y mejor fiscalización, el proyecto de reforma fiscal, de ser aprobado tal y como está, lo que generaría sería una mayor migración de altos salarios de ejecutivos generados aquí pero pagados a través de sociedades constituidas en laxas jurisdicciones tributarias, por poner un ejemplo.
Mi mayor preocupación no es la aprobación de la ley per se, sino su aplicabilidad. De qué nos servirá adoptar un sistema, que ya ha demostrado su ineficacia, sino para incrementar el aparato burocrático en aras de perseguir un objetivo prácticamente inalcanzable.
Y es que para algunos "contribuyentes evasores" la renta mundial ya está resuelta. Existen bancos offshore que ofrecen servicios a sociedades domiciliadas en paraísos fiscales como cuentas corrientes con tarjeta de débito a nombre corporativo; esto es, sin incluir el nombre del portador de la tarjeta en el plástico.
Esta práctica permite que el poseedor de una tarjeta de este tipo la use en los distintos cajeros automáticos, retire su dinero en efectivo y deje a la offshore como responsable de la transacción bajo un total anonimato.
Auguro un incremento exponencial en el manejo de efectivo, y una disminución en la recaudación del impuesto sobre ventas y renta pues habrá muchos "asalariados contribuyentes evasores" (esos que cotizan a medias), pagando en efectivo y no pidiendo factura timbrada por sus compras.