El mejor café de Costa Rica se cultiva a 1.600 metros sobre el nivel del mar, en la finca Leoncio, de Lourdes de Cirrí, en Naranjo, Alajuela.
La propiedad de cuatro hectáreas, propiedad de Manuel Antonio Barrantes, ganó el primer lugar en Taza de Excelencia, el premio más prestigioso para el café de alta calidad.
El concurso es de participación voluntaria y, para seleccionar el mejor café del país, se entregan muestras que son certificadas por reconocidos catadores de procedencia nacional e internacional.
“Al presentar una muestra, la ilusión es ganar, y hacerlo es un premio a la ardua labor. Es importante no desubicarse y recordar el trabajo que se hizo para obtenerlo”, dijo Barrantes.
La finca ganó un premio de calidad de Starbucks, en el 2004.
Además, este mismo lote ocupó el segundo lugar en la premiación, con la variedad de café Villa Sarchí, en el 2011.
Barrantes no imaginó que cuatro años después, su café se vendería a $4.210 el quintal (46 kilos), en la subasta electrónica internacional que se realiza en dicho concurso.
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La finca Leoncio, nombrada así en honor al abuelo de Barrantes, inició con 50 plantas, que llegaron a sus manos como un obsequio. La variedad del café es CL 28, que se caracteriza por una acidez compleja y un sabor cítrico (uva verde o manzana) y floral.
El año pasado, ya tenía cosecha, pero no podían concursar pues no alcanzaban el mínimo de 10 sacos que exige el certamen.
Pasión familiar. Este caficultor heredó el gusto de producir café de su padre y su abuelo. La historia de su familia se resume en tres generaciones de trabajo en la Cafetalera Herbazú, donde se ubica la finca Leoncio. Dicha tradición suma ya 70 años de historias.
Al ser el hombre mayor de los 13 hijos de la familia Barrantes Zúñiga, en cuanto salió de la escuela, su padre le propuso encargarse del negocio. En ese momento, tenían ocho fincas.
Sin titubear, decidió asumir el reto, aunque esto significara no estudiar más. Así, su labor empezó hace 35 años.
En el 2001, el negocio dio un giro hacia su propio microbeneficio, convirtiéndose en uno de los pioneros del país en dejar atrás la idea de que el caficultor solamente debía recoger el grano y llevarlo a un beneficiador industrial.
Esta actividad toma fuerza con un total de 213 firmas beneficiadoras, según datos del Instituto del Café de Costa Rica (Icafe).
A pocos días de cumplir sus 50 años, la cosecha de su familia es de 40 hectáreas y ocho hermanos están en el negocio.
Además, su café llega a mercados finos de Japón, Corea, Australia, Suiza, Irlanda, Inglaterra, Estados Unidos y Canadá.
Su clientela es exigente y visita la finca una vez al año. Además, tiene sus propias cafeterías, vende el producto empacado y realiza el proceso de tostado.
Según Barrantes, la receta para satisfacer a este tipo de compradores es: “quédele bien al cliente y usted seguirá en la actividad cafetalera de alta calidad”.