El resultado de las finanzas griegas es un desenlace doloroso pero predecible. Lo importante es entender lo que pasó y comprender que no estamos exentos de una situación como esa.
En Grecia se requería tomar medidas en el ámbito del gasto público y de la recaudación tributaria, aspecto que los gobiernos populistas e irresponsables no quisieron atender; la comunidad internacional, tolerante hasta donde la tolerancia lo permite, entró con dos planes gigantes de rescate financiero, poniendo en riesgo inclusive la estabilidad monetaria de la zona euro. Sin embargo, después de promesas incumplidas, en una reciente elección, bajo el lema de sí se puede, Grecia toma el camino fácil, votar por un cambio que la llevó la semana anterior a entrar en su primer default financiero de nuestra era cristiana.
Si tomamos en cuenta los elementos objetivos y la ingobernabilidad de ese país y la ponemos al frente de Costa Rica hoy, nos costará encontrar diferencias de fondo, que permitan prever que el desenlace económico de nuestro país sea contrario. Estamos en un agujero en el que los signos vitales de la economía son graves, pero las alianzas políticas del Gobierno, son peores.
Existe incapacidad entre los responsables de las finanzas públicas, quienes se llenan la boca con la consigna de tener la menor inflación histórica, sin distinguir que el frío no solo es parte del clima sino un signo de los muertos. Las economías estancadas no tienen inflación hasta el momento en que llega el irremediable mercado y entra en procesos de autocomposición.
Los desajustes económicos, o son arreglados por los agentes económicos –en especial los responsables de la política fiscal y monetaria– o los componen las fuerzas del mercado. Si esto llega a ocurrir, solo podremos lamentar que la opción fue peor, en especial para los más desvalidos en la economía: los desempleados que ya la pasan mal, los subempleados que apenas llegan al objetivo de comer y los asalariados.
Cuando es hora de juntar las fuerzas políticas para consensuar, el Gobierno prefiere pactar con los enemigos ocultos de los trabajadores, sus sindicatos, para garantizar el statu quo hasta que se caiga por su propio peso.
El sector privado ha insistido en la necesidad de un paquete de medidas que incluya: la reducción del gasto público de una manera seria y sostenida, la generación de nuevas fuentes de riqueza, a través de un marco regulatorio propicio para la inversión, así como una reforma tributaria estructural.
El Gobierno, en lugar de pactar con los generadores de riqueza, se alía a quienes siempre le apoyaron. Montados en el caballo de Troya, como murieron los helenos, así podemos morir los costarricenses.