Washington. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, reconoció el miércoles a Jerusalén como capital de Israel, una decisión histórica que rompe con décadas de diplomacia estadounidense y amenaza con desencadenar una escalada de violencia en Oriente Medio.
“Es hora de reconocer oficialmente a Jerusalén como la capital de Israel”, declaró el gobernante desde la Casa Blanca, quien consideró este paso como “condición necesaria para lograr la paz” y llamó a que la “calma y la “tolerancia” prevalezcan sobre el odio.
La declaración, que recibió una fuerte condena internacional, pone fin a siete décadas de ambigüedad diplomática sobre el estatuto de una ciudad que alberga los lugares sagrados de las tres grandes religiones monoteístas, y es reclamada como capital tanto por israelíes como por los palestinos.
Aunque el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, dijo que era “una decisión valiente y justa”, la medida tomada por Trump deja profundas dudas sobre el futuro del ya tambaleante proceso de paz en la región.
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Para el presidente palestino, Mahmud Abás, Estados Unidos perdió su papel histórico de mediador de paz entre palestinos e israelíes, mientras que Hamás, el movimiento islamista palestino que controla la franja de Gaza, afirmó que Trump “abrió las puertas del infierno”.
La preocupación de la comunidad internacional llevó a que el Consejo de Seguridad convoque para el viernes a una reunión de emergencia para bordar el tema, a pedido de ocho estados miembros.
El mandatario republicano también anunció el inicio del proceso para trasladar la Embajada de Estados Unidos desde Tel Aviv a Jerusalén.
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Trump cumple así una promesa de campaña apoyada por los cristianos evangélicos y los votantes judíos de derecha, así como por los donantes, pero sobre todo -afirmó- marca el inicio de un “nuevo enfoque” para resolver el espinoso conflicto.
Sus predecesores, desde Bill Clinton hasta George Bush, hicieron promesas electorales similares, pero las desecharon al asumir el cargo. “Muchos presidentes dijeron que harían algo y no hicieron nada”, expresó poco antes de su discurso.
Incomodidad o rechazo
La declaración de Trump deja a muchos aliados estadounidenses y dirigentes de Oriente Medio molestos tratando de encontrar una respuesta mesurada y esperando que la región, convertida hace mucho tiempo en un polvorín, no sea epicentro de un nuevo derramamiento de sangre.
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Turquía calificó la decisión de “irresponsable” e ilegal, en tanto Jordania consideró que era “una violación del Derecho Internacional” e Irán sostuvo que “provocaría a los musulmanes y causaría una nueva intifada”.
Mientras, en Europa, Gran Bretaña manifestó que la medida “ayuda poco”, Francia la vio “lamentable” y Alemania señaló que “no apoya” la decisión.
El traslado de la Embajada de Estados Unidos probablemente demorará años en implementarse, pero las repercusiones de la decisión de Trump precedieron incluso su anuncio.
Cientos de palestinos quemaron banderas estadounidenses e israelíes y fotos de Trump en la franja de Gaza, mientras estallaron enfrentamientos relativamente pequeños cerca de la ciudad de Hebrón en Cisjordania.
Los palestinos convocaron a tres días de protestas, o “días de furia”, a partir del miércoles.
El Gobierno estadounidense previno a sus funcionarios y sus familias a evitar la Ciudad Vieja de Jerusalén y Cisjordania.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, convocó a una cumbre de la Organización de Cooperación Islámica (OIC), el principal organismo panislámico, en Estambul la próxima semana, para tomar una acción conjunta.
Jordania y los palestinos también pidieron una reunión de emergencia de la Liga Árabe
.La mayoría de la comunidad internacional no reconoce formalmente a Jerusalén como la capital de Israel e insiste en que el tema solo puede resolverse durante las negociaciones, un punto reiterado por el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, tras la decisión de Trump.
Guterres implícitamente criticó al presidente al enfatizarsu oposición a “cualquier medida unilateral que ponga en peligro la perspectiva de paz”.
Reconocer la realidad
Pero Trump insistió en que la medida simplemente reflejaba el hecho de que Jerusalén Oriental es y seguirá siendo parte de Israel bajo cualquier acuerdo.
“Esto no es más ni menos que un reconocimiento de la realidad. También es lo correcto”, aseveró.
Según el gobernante, la decisión subraya el “firme compromiso de facilitar una paz duradera”. “Estados Unidos apoyaría una solución de dos Estados si las dos partes accedieran”, dijo, a la vez que anunció el viaje del vicepresidente Mike Pence a la región en los próximos días.
En su discurso, Trump aclaró que Estados Unidos no se estaba pronunciando sobre ningún “problema de estatuto final, incluidos los límites específicos de la soberanía israelí en Jerusalén o la resolución de las fronteras impugnadas”. “Esas cuestiones dependen de las partes involucradas”.
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Israel se apoderó del sector oriental de Jerusalén, en su mayoría árabe, durante la Guerra de los Seis Días de 1967 y más tarde lo anexó, y declaró ambos lados de la ciudad como su capital "eterna e indivisible".
Los palestinos quieren que Jerusalén Este sea la capital del futuro Estado que reclaman.
Trump arguyó que decidió sobre la mudanza de la Embajada estadounidense en cumplimiento de una ley de 1995, la cual estableció que la ciudad “debería ser reconocida como la capital del Estado de Israel” y que la legación estadounidense debía trasladarse allí.
Los sucesivos presidentes estadounidenses han invocado una exención, posponiendo cada seis meses la mudanza por motivos de “seguridad nacional”, con lo cual la ley nunca entró en vigencia.