Raúl Mijango es excomandante guerrillero. Durante el conflicto armado de El Salvador, entre 1980 y 1992, ocupó el cargo de jefe de las Fuerzas Especiales del Ejército Revolucionario del Pueblo.
Desde el 2012 también es parte de la disputa que aqueja a El Salvador, pero desde otra trinchera, pues se convirtió en uno de los artífices de la tregua entre las pandillas, lo que disminuyó los homicidios en el país centroamericano.
LEA: Así funcionan las pandillas en El Salvador
El acercamiento con integrantes de las pandillas lo tuvo cuando le tocó pactar con ellos para poder desarrollar su negocio de venta de gas propano a domicilio. “Así los fui conociendo y dándome cuenta de que son personas con ideologías”, cuenta Mijango.
El anterior gobierno del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), presidido por Mauricio Funes, apoyó de forma discreta el pacto acordado entre las maras el 9 de marzo del 2012, pero desde que Funes cambió a su ministro de Seguridad, en mayo del 2013, la tregua se quebró. Ahora, la actual administración de Salvador Sánchez Cerén libra una guerra con las pandillas, y un acuerdo de paz parece estar lejos de las intenciones del mandatario.
¿Cómo ha sido la relación de las pandillas en El Salvador con el actual Gobierno?
Lo que percibo es que hay una especie de decepción política por parte de las pandillas, porque el Gobierno, para la etapa de su campaña electoral, pidió a las pandillas su apoyo a través del voto de sus familias, y de alguna manera, eso lo resienten estas bandas. Ellos sienten que contribuyeron en esta victoria y que, en vez de darle continuidad al proceso que se había abierto con el expresidente Funes, lo que este Gobierno hizo fue volver al manodurismo, que es una forma de represión del delito, que de sobra ha demostrado que no resuelve el problema, sino que lo vuelve más grave.
¿Y qué buscan las pandillas?
Mantienen y han expresado de manera sistemática su voluntad de estar abiertas al diálogo en la búsqueda de entendimientos y de compromisos con la sociedad, que pueda permitir resolver el grave problema de violencia que tenemos aquí. Este diálogo es el que el Gobierno ha rechazado. Eso ha generado que, en la actualidad, el país esté viviendo una especie de doble guerra: la que hace 23 años libran las pandillas entre sí y la que desde el 2013 se libra entre las pandillas y el Estado.
¿Cuál pandilla estuvo involucrada en el paro de transporte que ocurrió hace dos semanas?
Entiendo que en el paro estuvo más involucrada la facción revolucionaria del Barrio 18.
¿Qué hay detrás de la orden del paro de transportes?
Ellos la usaron como una acción para poner al descubierto al Estado. Lo acusan de alimentar grupos de exterminio, de alimentar abusos policiales, de torturar en los centros penitenciarios, de torturar a los que se privan de libertad por razones de investigación y también de acosar a las familias de los pandilleros.
¿A qué responde el incremento del asesinato de policías en los últimos días?
Ya es la expresión de la existencia del conflicto con el Estado y las pandillas , porque de igual forma también hay que contabilizar la cantidad de pandilleros que el Estado aniquila por mes. En marzo, el presidente Salvador Sánchez Cerén aceptó que de al menos 400 fallecidos, el 30% los había provocado la Fuerza Pública. Entonces, así se expresan los conflictos, por un lado, la Policía mata , y por otro, los pandilleros ven qué tipo de acciones desarrollan en contra de la Policía.
Entonces, esta guerra podría llegar a un extremo.
Mi hipótesis es que uno de estos conflictos se va a ir dividiendo, que es el conflicto que desde hace 23 años ha existido entre las pandillas. No es posible que ellas vayan desescalando la pugna interna para quedarse únicamente librando el conflicto contra el Estado, porque hay un principio elemental de Maquiavelo: el enemigo de mi enemigo es mi amigo y si el Estado los ataca a todos con fuerza, obviamente eso los va a llevar a ellos a que vayan buscando formas de desescalar su propio conflicto y de unirse para enfrentar al principal adversario. Ya se escuchan rumores de grupos pandilleriles que estarían en la idea de conformar lo que ellos llamarían ‘La 503’ (código del país), que sería como una figura federada, la cual reuniría a todas las pandillas en contra del Estado. Las pandillas y el Estado libran una guerra declarada y cada vez mucho más intensa.
Parece que el gobierno de Sánchez Cerén no va a ceder.
No creo, porque el problema es que el Estado sigue los dictados de Estados Unidos, que está a favor de la acción represiva; en ese sentido, es muy difícil que ellos puedan cambiar de política.
¿Ve posible que vuelva a surgir un pacto entre las pandillas?
Ellos han expresado que están dispuestos. Es más, a principios de año yo hice una propuesta de 26 puntos para alcanzar la paz en El Salvador: una de 13 puntos para que la discutieran las pandillas y otra de otros 13 puntos para que la discutiera el Gobierno, y que cada quien deliberara sobre esos puntos y asumiera compromisos con la sociedad. Las pandillas dijeron que ellos aceptaban la propuesta y que estaban dispuestos a asumir los compromisos que se les estaba proponiendo. Desafortunadamente, el Gobierno la ignoró y dijeron que ellos tenían su propio plan.
¿Considera que sin una propuesta de paz la situación en el país podría agravarse?
Mi percepción es que se puede agravar, tal vez no en lo cuantitativo, sino más bien en lo cualitativo, porque cada vez se va a incrementar más la guerra entre el Estado y las pandillas y viceversa.
¿Cuál es el principal obstáculo que enfrenta el conflicto?
Se ha convertido en un instrumento de lucha política y también en un instrumento de la polarización política que el país tiene. Todo eso hace que la cosa se vuelva mucho más difícil a la hora de buscar soluciones. El Gobierno le apuesta a explotar políticamente el resentimiento que dejan las pandillas y eso es un problema complicado.