Santiago. Su buen olfato para los negocios lo llevó a convertirse en uno de los hombres más ricos de Chile y su persistencia, a ser el primer mandatario de derecha en casi 50 años. El empresario Sebastián Piñera puede llevar de nuevo la derecha al poder a Chile.
Si lo logra, como todas las encuestas lo anticipan, sería el único político de derecha en gobernar Chile en dos ocasiones desde hace casi un siglo, al final de un largo camino que siempre transitó conjuntamente con el manejo de sus negocios que lo llevaron a tener hoy una fortuna valorada en $2.700 millones, según Forbes.
Piñera, que cumple 68 años el 1.° de diciembre, ha transitado por una fina línea que se confunde entre la gestión de su patrimonio con los deberes de un hombre de Estado y ha debido doblegar un carácter impulsivo para ganarse la confianza del electorado de centro derecha.
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"No puede estar dedicado a ganar plata y además a gobernar el país. Es lo uno o lo otro", acusó el candidato oficialista Alejandro Guillier, el segundo detrás de Piñera en la carrera para los comicios del domingo.
Cuando en el 2010 llegó a la Presidencia, después de dos décadas de carrera política, dilató la venta de acciones de un canal de televisión, de la aerolínea LAN (ahora LATAM tras la fusión con la brasileña TAM) y del club de fútbol Colo Colo.
"En la vida uno no siempre hace lo que quiere y por las razones que ustedes conocen, tomamos la decisión de vender Colo Colo", dijo Piñera, para justificar esa operación que le reportó ganancias por $7,4 millones.
Mientras era mandatario y se discutía un litigio marítimo entre Chile y Perú en la Corte de Justicia de La Haya, una de sus empresas compró acciones de la pesquera peruana Exalmar, que se benefició del resultado de la sentencia internacional que modificó el límite marítimo entre ambos países, agregando para Perú unos 22.000 kilómetros de mar. Fue sobreseído recientemente por la Justicia chilena.
Tras una primera derrota contra Michelle Bachelet en el 2005, cuatro años después Piñera logró romper dos décadas de hegemonía de gobiernos de centroizquierda para alcanzar la presidencia de Chile tras ser senador, liderando, después del retorno de la democracia, la renovación de la derecha, en la llamada 'Patrulla Juvenil'.
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Sus promesas de una nueva forma de gobernar, pronto se desmoronaron. La realidad se impuso: gobernar un país no es lo mismo que administrar empresas.
"Se dio cuenta que fue mucho más complejo de lo que pensaba. Su periodo en La Moneda lo hizo aprender que las cosas son más difíciles", según una de sus biógrafas, la periodista Bernardita del Solar.
A tropiezos e incluso burlas públicas por los frecuentes errores en los que incurre al citar datos históricos, compilados por el semanario The Clinic en las llamadas 'Piñericosas', llevaron a Piñera a cultivar la templanza en esta campaña para la reelección, trazada desde el mismo día en que dejó el palacio presidencial de La Moneda con un 50% de apoyo.
Tras la irrupción del candidato de ultraderecha José Antonio Kast, abandonó su deseo de erigirse en el líder de una derecha renovada y democrática, alejada de la dictadura de Augusto Pinochet, del que siempre fue crítico.
Un primer aviso de sus intenciones lo dio durante su anterior gobierno, cuando se enfrentó a su propio sector al anunciar el cierre de una cárcel especial para militares represores y calificar de "cómplices pasivos" a civiles que apoyaron la dictadura.
"No quiero profundizar divisiones o desencuentros al interior de la centro derecha, todo lo contrario", dijo Piñera al anunciar el cierre del penal que albergaba –con grandes lujo– a los principales represores del régimen de Pinochet.
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Favorito en encuestas
En medio de la caída de la popularidad de Bachelet, tras el escándalo de corrupción que involucró a su hijo mayor, su imagen de hombre próspero volvió a embelesar al electorado chileno, que hoy lo tiene, con casi un 34,5% de las preferencias, como favorito para ganar las próximas elecciones. Incluso, en primera vuelta.
Una revancha para Piñera que al final de su gobierno confesó sentir "envidia" de Bachelet, por el carisma innato y la gran cercanía que logra con las masas. En cambio, él parece frío, distante y soberbio.
Con su nueva candidatura volvieron también a la escena pública sus tics nerviosos –un molesto movimiento de hombros– su rostro crispado, su ostentoso reloj rojo que rompe con su preferencia por los trajes oscuros, y las bromas (algunas machistas, de mal gusto), con las que suele hacer frente a situaciones públicas.