Edimburgo. AFP. En el Kilderkin, pub del viejo Edimburgo, los escoceses esperaban impacientes los resultados del referendo sobre la independencia, mientras corría la cerveza a raudales.
Ya antes del cierre de las urnas, clientes de todas las edades habían tomado las aceras. La mayoría ran defensores de la independencia.
“Somos más apasionados, más entusiastas” que el campo del “no”, dijo Cailib Wall, de 17 años.
Con las mejillas pintadas de azul y blanco, los colores de la bandera escocesa, este joven hizo un alto delante del Parlamento regional de Holyrood antes de encontrarse en el pub con sus amigos. “We‘re voting yes” (Votamos sí), cantaba la muchedumbre, que no paraba de crecer.
Las banderas escocesas con una cruz blanca ondeaban junto con las catalanas y galesas, con la música de fondo de una gaita.
Esin, una secretaria de 35 años, pensaba seguir todavía un rato en Holyrood, antes de volver a casa. La acompañaba su hijo de 8 años y había traído para esta vigilia unas candelas.
“Honestamente pienso que la independencia es lo mejor para mi país, para mi hijo”. En caso de derrota, “voy a estar destrozada”, confesó. Aunque no todo está perdido: “Este voto habrá cambiado la forma en que la gente ve la política, cómo vota”.
En el Kilderkin, donde sonaba The final countdown del grupo Europa, se coló un pequeño grupo de partidarios del no.
“Estamos nerviosos por los resultados. Los sondeos están igualados”, dijo Stuart Hepburn, de 24 años, que trabaja para un fabricante de cerveza. Una última encuesta de YouGov realizada con 1.828 personas que han votado daba vencedor al “no” con el 54% de los votos.
Sin embargo, no había ninguna agresividad de los partidarios de la independencia claramente mayoritarios en este bar.
Independientemente del resultado, “tendremos que vivir juntos”, indicó su amigo Denis Henderson quien también votó no. no.
Para evitar que se calentaran demasiado los ánimos, los pubs tenían que dejar de servir alcohol a partir de las 3 a. m.
La Policía patrullaba para prevenir cualquier exceso.
De pronto, se oían gritos de “Vote yes”. Otros respondían con la misma consigna.
Pero la suerte estaba echada. En el centro de escrutinio, situado a las afueras de Edimburgo, el trabajo había comenzado. La participación rondaría el 90%, un reflejo de las pasiones que suscitó este histórico referendo en el que los escoceses tenían que decidir si continuaban formando parte del Reino Unido o, por el contrario, convertirse en un país independiente.