Berlín
Una nueva victoria de la canciller Ángela Merkel en las elecciones legislativas del 24 de setiembre parece ineluctable, pero no todo está definido, falta conocer con qué coalición gubernamental la demócrata cristiana gobernará en los próximos años.
La canciller conservadora encabeza ampliamente los sondeos desde hace semanas. Para no ganar la elección tendría que cometer "un error político colosal" antes de las elecciones, estimó el semanario Der Spiegel.
La última encuesta, del instituto Forsa, otorga a los conservadores -de la Unión Demócrata Cristiana de Alemania (CDU) y su aliado bávaro Unión Social Cristiana (CSU)- un 37% de intención de voto. Es su peor medición en cuatro meses, pero igual los sitúa lejos delante de los socialdemócratas de Martin Schulz (23%).
El expresidente del Parlamento Europeo, que en un momento a principios de año pareció capaz de movilizar al electorado, no ha conseguido imponer su visión sobre la justicia social, central en su campaña, en un país en pleno crecimiento y con la tasa de desempleo más baja desde la reunificación.
Igual a sí misma, la que dirige la primera economía europea desde hace 12 años se presenta como la garante de la estabilidad ante las numerosas crisis que hay en el mundo, y no asume ningún riesgo.
"Desde mi punto de vista la formación del gobierno será más apasionante que el voto en sí, ya que hay muchas posibilidades" y todas "complicadas", subrayó Oskar Niedermayer, politólogo de la Universidad Libre de Berlín.
Los conservadores no alcanzarían la mayoría absoluta, por lo que estarán condenados a formar una coalición.
Merkel, de 63 años, rechazó cualquier alianza con los extremos: la derecha antiinmigración AfD (Alternativa por Alemania), que debería obtener escaños en la cámara de diputados, y la izquierda radical (Die Linke).
Estos dos partidos están en liza por el tercer puesto en estos comicios, según los sondeos que les otorgan a ambos en torno al 10% de los votos.
Luego de ocho años de coalición entre la CDU-CSU y los socialdemócratas del SPD (2005-2009 y 2013-2017) los alemanes aspiran en su mayoría a una alianza entre los conservadores y los liberales del Partido Democrático Libre (FDP), según el instituto Insa.
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Pero el pequeño partido liberal, que se quedó fuera del parlamento en 2013, apenas tiene un 8% de intención de voto, y gobernar con su jefe, el fotogénico Christian Lindner, podría ser conflictivo.
Lindner pide que se levanten las sanciones contra Rusia adoptadas desde la anexión de Crimea y rechaza categóricamente las propuestas francesas de reforma de la zona euro, en particular la de un presupuesto europeo que ve como un intento de mutualizar las deudas de los países de la región.
Merkel no excluyó tampoco dar espacio a los Verdes para una coalición tripartita, algo inédito a nivel nacional. Una coalición bautizada "Jamaica" por los tres colores de los partidos.
"Es muy difícil predecir" la futura coalición, estima Timo Lochocki del German Marshall Fund. Más aún cuando "25% de los electores alemanes no saben todavía a quién van a votar".
Una nueva coalición entre conservadores y socialdemócratas es la opción más simple y el sinónimo de continuidad en la política alemana, tanto a nivel nacional como internacional.
Pero no le convendría a los socialdemócratas SPD que están en plena crisis existencial.
El partido más antiguo de Alemania sale exhausto por su alianza con Merkel, para quien fueron los "tontos útiles" al imponer ideas -como el salario mínimo- por las que la canciller se lleva hoy los laureles, señala Die Zeit.
Existe un gran riesgo de ver "un nuevo avance del AfD", estimó el semanario. Este partido cataliza el voto de protesta en el país, en donde muchos alemanes no solo no se benefician del crecimiento sino que sufrieron una degradación de sus condiciones de vida.
Con la llegada del partido antiislam y antieuro al Bundestag, un debate de tono nacionalista irrumpirá en el hemiciclo, por primera vez desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, se inquieta la prensa.
"Es parte de nuestra realidad política y social", estimó el ministro de Justicia socialdemócrata Heiko Maas. "Debemos aceptarlo".