EscucharCon sus millones de visitantes cada año y la presencia de autobuses, camiones de comida y tiendas de fideos y recuerdos, el monte Fuji en Japón, dejó de ser un lugar idílico y está cada vez más masificado por el turismo.
Las autoridades japonesas quieren revertir esta tendencia y advirtieron que esta masificación del icónico volcán resulta peligrosa y dañina para el ambiente.
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Visitantes el 31 de agosto escalando las laderas del Monte Fuji, el pico más alto de Japón con 3.776 metros (12.388 pies). Con sus millones de visitantes cada año y los autobuses, camiones de suministros, tiendas de fideos e imanes para nevera, el Monte Fuji ya no es el lugar de peregrinación tranquilo y lleno de naturaleza que alguna vez fue. Fotografía: (MATHIAS CENA/AFP)
“El monte Fuji se está asfixiando”, alertó la semana pasada el gobernador de la región donde se encuentra el volcán, en el centro de Japón.
Esta montaña fue considerada en 2013 como patrimonio mundial de la Unesco pero, como sucedió con otros monumentos o parajes naturales, la designación favoreció un aumento fulgurante de los visitantes.
El número de turistas anuales en el monte Fuji se duplicó entre 2012 y 2019, cuando alcanzó los 5,1 millones anuales. Estos no solo visitan de día la emblemática montaña, con una altitud de 3.776 metros, sino también durante la noche para ver el amanecer desde la cima.
Su localización, a unos 100 kilómetros de la capital Tokio, favorece la llegada de numerosos visitantes con taxis o autobuses.
Con la masificación del turismo, hubo además una proliferación de tiendas de comida y souvenir al pie de la montaña.
“He visto muchos restos de comida y botellas en la zona de los baños”, lamentaba Yuzuki Uemura, una alpinista japonesa de 28 años.
Peligros
Masatake Izumi, un responsable local, advierte que la gran concentración de personas en la zona aumenta el riesgo de accidentes.
Algunos alpinistas nocturnos “sufren hipotermias y tienen que ser evacuados hacia los refugios”, explicó. Al menos un visitante murió este año en el volcán.
Muchos visitantes parecen no ser conscientes del esfuerzo físico que requiere la excursión, de entre cinco o seis horas, para llegar hasta la cima a casi 4.000 metros de altitud sobre el nivel del mar.
“Es como si fuera invierno arriba, hace mucho frío”, explica Rasyidah Hanan, de 30 años, un excursionista malasio. “Debería haber algún tipo de filtro, porque hay muchas personas que no están preparadas para subir el monte Fuji. Van vestidos con ropa muy ligera y terminan enfermos”, afirmó.
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Imagen del 31 de agosto de visitantes descansando en la quinta etapa en las laderas del Monte Fuji, el pico más alto de Japón con 3.776 metros. Fotografía: (MATHIAS CENA/AFP)
Después de una caída del número de visitantes a causa de la pandemia de la covid-19 en 2020 y 2021, estos volvieron a aumentar en los últimos años, aún más con la presencia creciente de turistas chinos.
El gobierno japonés se reunió esta semana para examinar posibles medidas contra “la masificación” en los lugares turísticos.
Las autoridades ya habían anunciado el mes pasado que impondrían en el monte Fuji controles de afluencia en el caso de que hubiera senderos demasiado llenos de gente.
Pese a ese anuncio, los alpinistas notaron muy pocos cambios en el último mes y no observaron controles de este tipo.
Kotaro Nagasaki, el gobernador de la prefectura de Yamanashi (donde se encuentra el volcán), considera que deben tomar las medidas necesarias para evitar una degradación del lugar y que esta afecte a su designación como patrimonio mundial de la Unesco.
Una opción, según él, sería la construcción de una línea ferroviaria que reemplace la actual carretera con la que llegan los alpinistas al lugar. “Respecto al turismo en el monte Fuji, consideramos esencial pasar de la cantidad a la calidad”, defiende el gobernador.
