En las elecciones presidenciales de 1986, cantones como Carillo, en Guanacaste, o Esparza, en Puntarenas, tenían un porcentaje de participación más alto que el cantón central de San José. En esos cantones hasta el 90% de sus habitantes atendía el llamado electoral.
Lo mismo ocurría en cantones rurales alajuelenses como San Mateo o Palmares, en donde el entusiasmo por asistir a las urnas era mayor al de Flores o Belén, en Heredia. Estos últimos territorios fueron de los que registraron un mayor nivel de participación en los comicios del pasado 6 de febrero.
Históricamente, los lugares urbanos registran una más participativos que los rurales; sin embargo, a finales de la década de 1980 el abstencionismo dentro y fuera de la Gran Área Metropolitana (GAM) era bajo y tenía un comportamiento similar (18-19%). Eso hizo que entre los diez cantones con más votas, cinco fueran rurales y cinco metropolitanos.
Esa realidad cambió y con el paso del tiempo surgió una brecha entre esas dos poblaciones, que hizo que los cantones fuera de la GAM perdieran interés en votar. Así lo demuestra un análisis de las últimas diez elecciones presidenciales, realizado por La Nación con base en los datos del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE).
Un ejemplo de esta brecha sucedió en Garabito, en Puntarenas y en La Unión, en Cartago, que para 1986 ambos tenían un abstencionismo del 17%, y ahora es del 55% y el 34%, respectivamente. En otras palabras, la diferencia es de 21 puntos porcentuales.
Eso sucedió en la mayoría de cantones fuera de la GAM y en las elecciones anteriores, el distanciamiento entre la región urbana y rural alcanzó su máximo en la historia reciente. La brecha fue del 9%. En la GAM el abstencionismo fue del 35% y en el resto del país del 44%.
¿Cómo surgió esta diferencia? La brecha es el resultado de un conjunto de situaciones políticas y socioeconómicas que crecieron de la mano del abstencionismo. Así lo explicó Ronald Alfaro, investigador del Programa Estado Nación (PEN).
“El período de aumento del abstencionismo coincide con la época en la que la sociedad costarricense empieza a hacerse más desigual, desde el punto de vista socioeconómico, esa brecha empieza abrirse cuando la sociedad se percibe a sí misma como más desigual. Entonces, alguna gente probablemente dice que la política no es parte de su cotidianidad y se hace a un lado, no participa ni se involucra”, comentó Alfaro.
Esto ocasionó que las provincias costeras, como Guanacaste, Puntarenas y Limón, sean las zonas más propensas al abstencionismo. En el caso de los guanacastecos, hace 36 años tenían una participación similar a la del Valle Central, pero la desigualdad hizo que gran parte de sus habitantes se decantara por no votar.
Corredor geográfico
El experto en temas sociopolíticos aseguró que las diferencias se deben a un fenómeno que se conoce como corredor geográfico, el cual genera comportamientos similares entre las zonas geográficas que comparten problemáticas como pobreza, desigualdad, desempleo y poca oferta de servicios.
En Costa Rica, este corredor está compuesto por la zona norte, el Caribe y el Pacífico sur y central, así como la zona sur del país que llega hasta la frontera. Los cantones de esas regiones tienen poca participación en los comicios, como Golfito, donde el 57% del electorado no votó en la primera ronde del 6 de febrero.
Para el investigador del PEN, Sarapiquí es otro ejemplo de la influencia del corredor geográfico, pues tiene alto abstencionismo aunque pertenece a Heredia, provincia donde más votantes acuden a las urnas.
Asimismo, indicó que ese fenómeno es independiente de los cambios del sistema político, porque aunque aparezca un partido nuevo, no cambia el patrón de abstencionismo. Por el contrario, las brechas cada vez se hacen más grande.
“Alguien podría decir que el surgimiento de un partido está agitando a la gente y la está sacando de su asiento para ir a votar, eso está pasando pero no está moviendo ese patrón de abstencionismo. No lo está cambiando, lo que está sucediendo es que la gente que participa se mueve de un partido a otro”, aseveró Alfaro.
El caso particular de Zarcero
Carolina Rojas, vecina del distrito de Palmira, en Zarcero, es del criterio de que su cantón siempre ha sido muy unido, por lo que sus habitantes se conocen entre sí y son activos dentro de las comunidades: “Desde pequeña mis abuelos siempre me fomentaron eso, ya sea para un comité de deportes, comité de recreación o comunal, grupos pastorales, elecciones municipales y presidenciales, siempre ha habido mucha participación , yo creo que de ahí viene esa representación que se ve reflejada en las votaciones. Hace cuatro años fue igual y este año también”.
Esta joven de 23 años narró que en Zarcero nadie se queda con las ganas de votar, pues si una persona tiene pereza de acudir a las urnas, los vecinos se organizan para ofrecerle transporte y animarla para hacer valer su derecho a sufragio. Para ellos es muy importante cumplir con ese deber democrático y hacer de las elecciones una fiesta, con bandereas en las casas y propaganda por todo lado.
Eso explicaría por qué Zarcero fue el cantón con menor abstencionismo en comicios recién concluidos. Ahí el 76% de los habitantes acudió a las urnas.
“Aquí la política es como escoger un equipo, como la Liga y Saprissa, como mis abuelos eran de un partido político, mi mamá y mis tíos tenían que ser de ese partido sí o sí. Ya después se fueron alejando de esa costumbre y escogían candidatos por los planes de gobierno. Además, aquí se va a votar y las personas, amigos y familia se reúnen, es una tradición y sigue siendo así, aunque ahora siento que se va a votar más por necesidad que por tradición”, contó la zarcereña.
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Problema generacional
El voto joven tiene un gran peso en las elecciones, pero la conciencia democrática es, mayoritariamente, un patrón aprendido en el hogar. Si una niña no creció viendo a sus familiares votar difícilmente lo hará cuando crezca.
De aquí parte otro de los factores que Ronald Alfaro, investigador del PEN, asocia tanto con la brecha geográfica, como con el aumento del abstencionismo en el país.
“La política se aprende viendo, sobre todo, a la gente cercana, si en el caso de Talamanca o Esparza las personas más jóvenes ven que un grupo importante de personas no participa, entonces aprenden a no participar, aprenden que eso es normal porque lo viven y lo están viendo”, comentó Alfaro.
Según el experto, hay un “campeón nacional” que ha logrado ser el cantón más participativo pese a no estar en el área metropolitana, se trata de Zarcero, que en las últimas décadas ha sido por mucho el más participativo en procesos electorales.
“Si se repasa los niveles de participación de Zarcero es extraordinario. Pero, ¿qué es lo que ha pasado? Bueno, es un cantón pequeño, muy cohesionado, fácilmente toda la gente se conoce ahí. Además, si muchos votan, muchos aprenden a participar en la política viendo eso. Es impresionante, pero estamos hablando de un cantón que no es GAM, pero se comporta como tal”, explicó el investigador.
Otro cambio generacional que podría estar contribuyendo con el abstencionismo, es la pérdida de identidad política de las nuevas generaciones. Por un lado, se han perdido generaciones que eran fieles al voto y que, generalmente, se identificaban con ciertas agrupaciones políticas. Por otro lado, las nuevas generaciones se mueven entre diversos partidos.
“Tenemos una fractura política, una fractura que a largo plazo no tiene que ver con que se derrumbara el bipartidismo, tiene que ver con la pérdida de la identidad partidaria, ese debilitamiento y el hecho de que la gente más joven no tiene esos vínculos con los partidos y no siente una fuerte afinidad por un partido”, agregó Alfaro.
Una forma de revertir la perdida de identidad partidaria es mediante la renovación de estructuras y el refrescamiento de los partidos políticos, el experto en política explicó que un ejemplo de eso fue el Partido Liberación Nacional (PLN), que para los comicios de 1986 cambió sus políticos tradicionales y llevó al expresidente Óscar Arias como su candidato y triunfó en las urnas.
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