Ignacio Walker es chileno, actual senador y excanciller de su país. Vino a Costa Rica a advertir sobre las consecuencias de los movimientos populistas alcancen el poder político.
Fiel a su creencia de que la mejor forma de matar al populismo es definiéndolo, Walker precisó durante una entrevista con La Nación que hay que desconfiar de aquel que siendo un político, habla de los políticos en tercera persona del plural, es decir, ellos, vendiendo la idea de que es un forastero en tierras políticas que aparece para cuestionar al sistema y para manipular los sentimientos de las personas sobre asuntos como la pobreza o la inseguridad.
El senador cree que el nuevo populismo latinoamericano es como un virus cuyo antídoto es el fortalecimiento de las instituciones democráticas y la educación del electorado. Walker amplió más sus conceptos sobre esa corriente política en las siguientes líneas.
--Usted afirma que la mejor manera de matar al populismo es definiéndolo, ¿qué es el populismo?
--Es un fenómeno recurrente en América Latina. Me refiero tanto al populismo de derecha, como al de Carlos Menem en Argentina en los años noventa, el de Alberto Fujimori en Perú en la misma época, Fernando Collor de Mello en Brasil, así como al populismo de izquierda que es lo que hemos conocido más recientemente con Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, los Kirchner en Argentina, Dilma Rousseff en Brasil y Rafael Correa en Ecuador.
“El populismo es el hermano menor de la demagogia. Y, como sabemos, desde los griegos, la demagogia es una forma de pervertir la democracia".
Entonces, demagogia y populismo son primos hermanos, por decir lo menos y, el populismo es difícil de definir porque es un sentimiento, apela a los sentimientos, no es un arreglo institucional, al contrario, es la negación de las instituciones. Por lo tanto, lo que yo hago es oponer lo que llamo democracia de instituciones en la tradición de la democracia representativa constitucional y deliberativa, con la democracia de caudillos, que es propia de la democracia plebiscitaria, populista y delegativa".
--El populismo es una forma de engañar al electorado...
--Es la identificación entre un líder carismático y la opinión pública. Hay un intento de manipulación de la opinión pública apelando a los sentimientos ¿Cuáles son esos sentimientos? Los de malestar social, y eso es real, porque hay pobreza, desigualdad y abuso, y por lo tanto, la gente tiene una actitud contra el sistema, contra las oligarquías y como no ve respuestas en las instituciones, recurre a estos caudillos mesiánicos que hacen promesas que no se pueden cumplir y que terminan erosionando las bases de las instituciones de la democracia representativa.
--¿Qué explica su surgimiento en América Latina?
--El malestar social y la crisis de representación de las instituciones más tradicionales en la medida en que los partidos, parlamentos y gobiernos son, de alguna manera, incapaces de canalizar y hacerse cargo de esas demandas sociales.
"Entonces, la gente se vuelca hacia estos encantadores de serpientes que son los líderes populistas que apelan a un sentimiento y que prometen lo que no pueden cumplir y, por lo tanto, sumen a los pueblos en más frustración todavía, porque hay una constante en el populismo en América Latina y es que siempre termina mal. Por lo tanto, la oposición en América Latina hoy en día no es entre democracia y dictadura, sino que entre democracia y populismo.
"Afortunadamente, hay una ola democratizadora, hay una democracia electoral, hay elecciones libres competitivas y abiertas que nadie puede negar. Recordemos que en los años setenta solo Costa Rica, Colombia y Venezuela eran democracias en América Latina. Hoy día, en cambio, la democracia está en todas partes, pero no alcanza a ser una democracia representativa en el sentido del Estado de derecho de igualdad ante la ley y la separación efectiva de los poderes públicos.
--¿Cómo se detiene al populismo?
--Si queremos detener el populismo, hay que consolidar y fortalecer las instituciones de la democracia representativa.
--¿Qué riesgos puede representar el populismo para una democracia consolidada y estable como la costarricense?
--Yo no quiero referirme a la realidad interna de Costa Rica, pero el desafío es común para todos nuestros países en América Latina. El neopopulismo, ya sea de derecha o de izquierda, surge desde el malestar social y desde la crisis de representación que estamos viendo de nuestras instituciones.
"Por lo tanto, hay un solo camino si queremos eliminar la democracia de caudillos: tenemos que fortalecer la democracia de instituciones. Mientras más fuertes sean las instituciones, más difícil es el surgimiento de estos líderes caudillistas, mesiánicos, populistas.
--¿Y qué puede hacer el elector para no caer en la tentación de apoyar al populismo?
--La gente tiene que tratar de interpelar a sus candidatos, especialmente los que aparecen en clave populista y preguntarse ¿cómo van a financiar las promesas que hacen?, ¿con qué partidos van a gobernar?, ¿qué mayorías van a construir en el Parlamento? Y la respuesta siempre será no, no y no. Ell líder caudillista populista crea la apariencia de una solución a los problemas de la gente, pero en el fondo es absolutamente incapaz del delivery, del resultado, porque no tiene mayoría parlamentaria, porque no tiene partido político, porque generalmente aparece como un outsider, y porque la gente se desahoga a través del líder populista, pero este es incapaz de demostrar resultados.
--Si es inevitable que un país sea gobernado por un populista ¿qué es lo que puede suceder?
--Miremos lo que pasó con el Kirchnerismo en Argentina durante 12 años, que surge de una crisis brutal del sistema político y de la economía argentina y termina en una crisis aún más brutal ¿qué quedó de ese populismo? Nada. ¿Qué quedó del peronismo de los años 40 en Argentina? Un gran retroceso social, político y económico. Argentina era el equivalente a Canadá, Australia o Nueva Zelanda a comienzos del Siglo XX, y hoy día es un país empobrecido.
"Brasil tuvo 8 años estupendos de Fernando Henrique Cardoso, un social demócrata, y un buen primer periodo de Lula Da Silva. Pero después, hacia el segundo periodo de Lula, y los años de Dilma Rousseff, hubo una gran máquina de poder entre el Partido de los Trabajadores (PT) y el gran empresariado.
"Ahí está Odebrecht y otros, y el Estado, una máquina brutal de corrupción ¿Y qué quedó en Brasil después de ese periodo? Dos años con -3% de crecimiento económico, con aumento de la pobreza y la desigualdad ¿qué pasó con Fugimori en Perú, Carlos Menem en Argentina, Collor de Mello en Brasil en los años 90, que es populismo de derecha? Bueno, la ruina de esos países. Terminó de la peor forma".
--¿Cuál cree usted que es el desafío que el populismo le presenta a los poderes del Estado?
--Yo le pido a la gente, y por eso estamos haciendo un poco de pedagogía, que piensen en cuál ha sido el legado del populismo, del caudillismo en América Latina, que ha sembrado no esperanzas, sino ilusiones, y que ha recogido tempestades porque ha sumido a los pueblos en más pobreza, miseria y desigualdad de lo que encontraron.
"El populismo no es la solución al malestar social que existe en la gente, entonces el desafío para los partidos, para el Parlamento, para los gobiernos, para las instituciones de la democracia participativa es demostrar que se pueden resolver los problemas de la gente pero sin promesas que no se puedan cumplir, fortaleciendo y no debilitanto a las instituciones.
"Y la gente que hoy en día está más informada, más educada, tiene que saber discernir cuáles son aquellos candidatos que realmente están en condiciones de gobernar y demostrar resultados y cuáles son aquellos candidatos que usan y abusan de este sentimiento antistablishment, antiélite, antisistema, que está presente en nuestros pueblos, pero que no encuentra una solución en las instituciones".
--Usted afirma que un síntoma de populismo es que un político hable en tercera persona plural de los políticos…
--El líder populista "nunca" es un político, se presenta como un independiente, en la práctica es un outsider, se presenta contra la instituciones, contra el parlamento, contra los partidos, contra la élite dirigente. Pero él aspira a gobernar un país! ¡Aspira a ser gobierno y va a requerir votos en el Parlamento para aprobar sus leyes! Bueno, cuando hay leyes, porque una característica del populismo es que terminan el Gobierno por decreto presidencial, saltándose las instituciones de la democracia representativa. Entonces, es fácil identificar a un caudillo populista. La gente tiene que estar alerta, tiene que informarse, porque no da lo mismo quién gobierna.
--¿La democracia se puede vacunar contra el populismo?
--Sí claro. Fortaleciendo sus instituciones. Ese es el verdadero antídoto al populismo, y es curioso, en América Latina el populismo de izquierda, que se bate en retirada desde América del Sur, por la crisis argentina, de Brasil, de Ecuador, donde ya no están Cristina Fernández, Dilma Rousseff y Rafael Correa, se va hacia América del Norte. Donald Trump es una expresión del nacionalismo populista, Andrés Manuel López Obrador, en México es una expresión del caudillismo populista en clave de izquierda.
Entonces, esto es una plaga, es un virus en las Américas y en América Latina y en Europa, Marie Le Pen en el Frente Nacional (Francia), en Austria, Hungría y Polonia. Incluso Gran Bretaña, cuna de la democracia moderna, sufrió el Brexit. Estamos además en la era de la posverdad, de los ciberataques. Entonces, aquí hay que estar en guardia. El único antídoto contra el populismo es fortalecer las instituciones, no hay otro.
--¿Recomienda usted utilizar las redes sociales de Internet para combatir el populismo?
--Es una tecnología absolutamente indispensable. Un candidato o candidata no puede prescindir de las redes sociales; hay una nueva forma de lenguaje que tiene peligro porque están los ciberataques, la era de la posverdad, porque las cosas se pueden distorcionar con las noticias falsas que se difunden, lo vimos en las elecciones de Estados Unidos, lo vemos ahora en Cataluña. Están esos peligros, pero es una tecnología que, bien utilizada, especialmente por los jóvenes, puede crear una base de apoyo para una alternativa democrática, porque al final de lo que estamos hablando es de defender la democracia.
"El populismo es un ataque contra la democracia, es un virus que tiende acorroer las bases de la democracia, sembrando ilusiones sobre soluciones que nunca vienen. Al contrario, los problemas se profundizan”.
--¿Partidos políticos fuertes sirven para vacunar a una sociedad contra el populismo?
--Yo no creo en una partidocracia, yo creo en el gobierno del pueblo, pero sí creo en una democracia de instituciones y por lo tanto los partidos son una institución básica de la democracia participativa, porque son las formas de intermediar entre el pueblo y el Estado y cumplen un rol fundamental, así como el Parlamento y los poderes del Estado. Los partidos procuran expresar y formar la voluntad colectiva y son indispensables al momento de proveer a los Estados del nivel de representación propio de la democracia, la democracia de instituciones se opone a la democracia de caudillos.
--¿Se alimenta el populismo de la falta de educación política de los pueblos?
--Eso es fundamental e indispensable. Uno supone que hoy día la gente está más informada, hay más alfabetización, la educación formal ha tenido un aumento extraordinario en su cobertura, pero falta educación cívica, porque la democracia no es solo una cuestión de instituciones sino que es una forma de vida. Por lo tanto, supone una cultura política.
"Tenemos que avanzar en informar, en formar, en aumentar los niveles de educación, no solo en términos de cobertura, también de contenidos de calidad, de equidad de la educación, yo creo en una ciudadanía de alta intensidad y para tenerla con niveles crecientes de participación ciudadana.
"Necesitamos despertar en las personas una conciencia cívica en el sentido de que pertenecemos a una comunidad. El populismo también es un fenómeno social, la gente tiene que asumir su condición de ciudadano, y hacerse responsable de sus actos y entender que no da lo mismo quién gobierne".