Michelle Soto M.
msoto@nacion.com
Cuando el Organismo de Investigación Judicial (OIJ) se encuentra frente a un delito cuya evidencia es un insecto, crustáceo u otro animal, se dirige al Museo de Zoología de la Universidad de Costa Rica (UCR) para cotejar su hallazgo.
Los más de cinco millones de especímenes allí preservados servirán como testigos durante las pesquisas de los agentes y la información que estos recaben, gracias a las 24 colecciones biológicas, tiene validez en los tribunales de justicia.
Así de clave es lo que guarda este museo, ubicado en el sótano de la Escuela de Biología, y que este año está celebrando su 50 aniversario.
Allí se halla la historia natural de Costa Rica contada desde su biodiversidad: esponjas, corales, moluscos, crustáceos, insectos, equinodermos, peces, anfibios, reptiles, aves y mamíferos.
“Somos el único museo en el país que tiene especímenes de todos los grupos de animales desde esponjas, que es el más primitivo, hasta mamíferos”,
comentó Mónica Springer, curadora de la colección de insectos acuáticos.
También se custodian esqueletos, tejidos, larvas, huevos, nidos y grabaciones acústicas de los animales.
A la fecha, esa fauna preservada en seco y en alcohol ha permitido identificar más de 13.000 especies tanto terrestres como marinas. De estas, 230 fueron nuevos registros para la ciencia.
Las colecciones siguen creciendo a un ritmo de 16.400 nuevos especímenes al año (unos 16.000 invertebrados y 400 vertebrados). Muchos de estos son animales atropellados, otros que aparecen muertos o aves que chocan contra ventanas.
El Museo también recibe especímenes de otros países tanto centroamericanos como suramericanos.
“Tenemos octocorales (familia de los corales) que vienen de Chile e islas Galápagos en Ecuador, que llegaron aquí porque no había quién los identificara en su país de origen”,
comentó Odalisca Breedy, directora del Museo y curadora de la colección de octocorales.
Soberanía científica. Este museo se fundó en 1966 y, desde entonces, es el depositario nacional de colecciones zoológicas cuyo fin es la investigación y la docencia.
Por más de 100 años, la biodiversidad costarricense ha sido objeto de interés de la ciencia.
El producto de las primeras recolectas realizadas por expediciones internacionales se encuentra en museos en el extranjero. Fue con la fundación del Museo Nacional de Costa Rica, y más tarde del Museo de Zoología, que los costarricenses pudieron contar con sus propias colecciones y, en cierta forma, recuperar la soberanía científica sobre su biodiversidad.
“Estas colecciones nos permiten tener acceso al patrimonio biológico del país”,
dijo Breedy.
Para Springer, el siguiente paso será depurar las bases de datos, porque no basta con tener el animal si se carece de la información asociada a este.
“La tendencia mundial es que esos datos estén accesibles a todas las personas. Eso sí, estos serían filtrados porque hay especies que tienen un valor comercial o están en vías de extinción y resulta peligroso revelar las coordenadas del sitio donde fue recolectado”,
detalló Springer.
También se está construyendo un banco de tejidos, cuyas muestras serán sujeto de barcoding. Esta es una técnica que permite visibilizar información genética en un código de barras.
También se está construyendo un banco de tejidos, cuyas muestras serán sujeto de barcoding. Esta es una técnica que permite visibilizar información genética en un código de barras.
El otro proyecto del Museo radica en incrementar el número de curadores. Actualmente hay 13 personas dedicadas a ello, pero existen grupos taxonómicos –como las esponjas– que no cuentan con curador propio.
Registros del tiempo.Como investigadora, Springer utiliza las colecciones del Museo como referencia de los grupos taxonómicos.
Actualmente trabaja con libélulas y a la fecha no se sabe cuán amenazadas pueden estar.
“Uno puede usar la colección para hacer mapas de distribución y así ver dónde están presentes las libélulas. Este insecto se usa para medir la calidad de agua; entonces, los especímenes de la colección nos dicen cómo era esa calidad de agua en el momento en que el insecto fue recolectado y eso es muy útil cuando se trabajan estudios de impacto ambiental”,
explicó Springer.
Gracias a la información asociada al animal, se cuenta con un registro histórico que permite ver la biodiversidad del país a través del tiempo y saber qué había en determinado lugar resulta clave en procesos de restauración.
“Si pasara algo en un río, ¿quién sabe qué había antes ahí? Para eso, hay que recurrir a los datos de un museo y uno no se puede atenerse a fotografías o anécdotas, se necesita el espécimen para comprobarlo”, manifestó Springer.
“Mucha gente cree que los museos son obsoletos, pero lo que guardan es útil en el futuro. Así es como otras generaciones pueden conocer lo que había y, en muchos casos, esos serán los únicos especímenes existentes.
”Hay especies que se recolectan en cierto sitio y nunca más se vuelven a ver. Lo que se guarda aquí es un registro en el tiempo”, comentó Breedy.
Por 50 aniversario
Colección estará abierta al público
El Museo de Zoología está dedicado 100% a la investigación, por lo que no abre sus puertas al público. Sin embargo, en setiembre y con motivo de la celebración del 50 aniversario, los curadores preparan una exposición para que las personas puedan observar los especímenes que allí se resguardan y conozcan más sobre la investigación que se desarrolla en el país.
La exhibición aún no tiene fecha, pero sí lugar: la sala multiuso de la Escuela de Estudios Generales de la Universidad de Costa Rica (UCR), ubicada en San Pedro de Montes de Oca.
Ahora bien, y con la ampliación del edificio de la Escuela de Biología que está prevista para 2017, el Museo sí planea contar con una sala de exhibición permanente, más adelante. Según Odalisca Breedy, su directora, el objetivo es tener exposiciones temáticas que cambien cada cierto tiempo.
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