Tokio. Corea del Norte dejó de ser el bravucón de Asia para convertirse en la temerosa víctima que advierte al mundo de la posibilidad de ser invadida por Estados Unidos.
Pero no es el único país que suda adrenalina por estos lares debido a los choques entre Pyongyang y Washington.
Japón teme debido a su importancia económica y a su apoyo público y dependencia militar de Estados Unidos.
Además, Japón se convirtió desde hace mucho en el “rehén” perfecto con el que los norcoreanos amenazan a la Casa Blanca para que no los invadan.
Por eso ahora que Corea del Norte rompió el diálogo con la ONU, Tokio respira hondo y quema cantidades industriales de incienso a Buda para que su belicoso vecino, que se siente como animal enjaulado, no cometa la locura de echar el zarpazo con unos cuantos misiles que pueden destruir la mitad de este archipiélago y terminar de hundirlo económicamente.
Japón también teme porque tiene mucho más que perder que el régimen estalinista –un país empobrecido por años de sanciones y embargos económicos– ya que no cuenta con el poderío militar de Norcorea.
El pueblo japonés, que siempre ha discriminado a los coreanos del sur o del norte (y al resto de los asiáticos), no realiza ningún tipo de preparativos ante una posible escasez, ataque con armas biológicas o lanzamiento de misiles, que partirían de la península coreana y no les darían tiempo de nada, porque cruzarían el mar del Japón en cuestión de minutos.
Las que sí se alistan desde que empezó la guerra contra Iraq son las autoridades niponas, ante la posibilidad de una agresión norcoreana o ataques terroristas.
Meses atrás, estas emitieron órdenes y resoluciones de seguridad, las cuales abarcan el refuerzo de la vigilancia de instalaciones militares, centrales de energía y edificios públicos.