En 1979, treinta millones de iraníes festejaron el triunfo de la Revolución Islámica y en 1999 solo algunos miles desfilaron en su 20∞ aniversario. Los opuestos al régimen imperial de Reza Pahlavi, el Sha de Irán y la rapidez con que se desintegró entre 1978 y 1979, sorprendió a los mejores especialistas de la CIA. Estados Unidos con su histórico aliado, Israel, se había ganado a un enemigo, Irán.
Las condiciones mismas de la dictadura del Sha impedían a las fuerzas políticas organizarse con sus nuevos dirigentes; entre ellos el ayatola Ruhollah Khomeini. Aunque las distintas fuerzas lucharon desordenadamente, habían logrado unirse en un mismo objetivo: la liquidación del régimen imperial. En toda esa convulsión política, al pueblo le asistía la única referencia cultural capaz de cimentar el levantamiento, el Islam, para dar un sentido de orientación a la insurrección final.
Como explica el libro de Roberto Marín, el Islam: ideología e historia: "los ulamas (religiosos musulmanes conocedores de la Ley Islámica Revelada) se destacaron por una fuerte oposición a la intervención extranjera, al gobierno monárquico del Sha, al Estado judío en Palestina y abogaron por la nacionalización del petróleo". La exhortación a la rebelión popular o una jihad (guerra santa) debía ser la respuesta a los enemigos del Islam y en 1979, el triunfo de la revolución islámica fue una realidad para su líder islámico Khomeini, en Irán se había iniciado el año cero.
Primera república
Esta primera república, según los estudiosos, está comprendida en el período más radical de la revolución hasta la muerte de Khomeini en 1989. Con un típico exceso revolucionario, el régimen de estos fanáticos chiítas se obsesionó con destruir el pasado y ganar adeptos a su causa, tanto en Irán como en la región del Oriente Medio.
El frágil nuevo Estado islámico se encontró abrumado, de repente, por la inesperada caída de los precios del petróleo, las sanciones económicas, el aislacionismo internacional y la terrible guerra librada contra Irak de 1980 a 1988.
La supervivencia del Estado islámico se mantuvo vigente, pero aplastando la incipiente disidencia o a antiguos colaboracionistas del anterior régimen, sin embargo, el bloqueo y cierre de los créditos internacionales en contra de Irán, obligó al gobierno teocrático a gastar sus reservas monetarias.
Sin embargo, y a razón del fanatismo islámico, la revolución se consolidó porque había un enemigo externo llamado Estados Unidos responsable directo de sus penurias económicas
Otra república
El presidente Hashemi Rafsanjani, sucesor de Khomeini y su gobierno de Dios se precipitó a tierra porque los problemas sociales se incrementaron y el bloqueo de la comunidad internacional hacía estragos con la economía iraní.
Empero, Rafsanjani promovió la reconstrucción de la nación demolida por la guerra contra Irak, reformó la economía y las finanzas, permitió las inversiones extranjeras al estilo del anterior régimen del Sha-un asunto que el "ulama" había rechazado como principio revolucionario-y restauró las relaciones diplomáticas con otros países, en particular con Estados Unidos para sacar a Irán como promotor del terrorismo internacional.
A pesar de sus esfuerzos por flexibilizar la revolución, la ausente autoridad del ayatola profundizó las divisiones políticas que paralizaron las reformas y se incrementaron las rebeliones contra el régimen teocrático.
Como una forma de revertir este descontento social, Rafsanjani amplió las libertades culturales y redujo las restricciones sociales; entonces el mundo de las ideas, de la comunicación y del mercado entró a Irán con tal fuerza, que ni los religiosos y conservadores pudieron controlar.
Se inicia una nueva generación de reformistas políticos y jóvenes que han demandado de la anquilosada teocracia islámica iraní la instauración de la democracia.
En las elecciones presidenciales de 1997 emerge un nuevo líder, Mohammad Jatamí, quien había sido expulsado del Consejo de Líderes Espirituales y acusado de "liberal", "negligente" y tendiente al reformismo. Pero ¿cuán reformista puede ser Jatamí, si sabe muy bien que el Estado teocrático está moribundo y el radicalismo que los ha caracterizado no es viable política ni religiosamente?
El reformismo en Irán se ha convertido en una nueva forma de llegar al poder y ofrecer nuevas opciones políticas a una nueva generación de jóvenes que probablemente desconocen la revolución de 1979 y que a la vez rechazan las estrictas leyes islámicas.
Por otra parte, Jatamí sabe que no puede prescindir de los "ulama" porque tienen el poder sobre los asuntos gubernamentales y religiosos como método de enseñanza.
Sin embargo, independientemente del triunfador en las elecciones legislativas del viernes, la lucha continuará hacia un replanteamiento de la superestructura religiosa y el sistema político vigente.
La sociedad se ha dividido en tres grandes sectores: Los reformistas y los conservadores islámicos y los movimientos de mujeres. Aquí yace el debate de los pensadores iraníes en cómo conciliar una religión de 800 años con el mundo moderno, cuyo resultado podría definir, en mucho, el futuro del pueblo iraní, y sin que implique un irrespeto a Mahoma.
Las organizaciones de mujeres son las más activas en la región del golfo Pérsico y muchas de ellas ganaron escaños en el parlamento iraní; además, en 1997 cuatro mujeres fueron candidatas a la presidencia
(*) Profesor Escuela de Relaciones Internacionales, Universidad Nacional.