La llegada de los asiáticos al lugar es un hecho bastante inusual, dado el alto número de personas que venían en un mismo viaje.
Con ello, ese tipo de inmigrantes se suma a los desembarcos masivos que desde principios de año han hecho unos 25.000 ilegales africanos en el archipiélago en frágiles barcos conocidos como cayucos.
El barco en el que llegaron los orientales se encontraba al garete en alta mar y fue escoltado por tres navíos de salvamento hasta el Puerto de los Cristianos, en el sur de la isla, donde de madrugada se autorizó el primer desembarco de 18 clandestinos que se encontraban extremadamente debilitados.
Luego de suministrar agua y alimentos a los otros ilegales que permanecían a bordo, el desvencijado buque fue remolcado hacia el puerto de Santa Cruz de Tenerife.
Una vez que fue amarrado al muelle, agentes con guantes y mascarillas sobre la boca abordaron el navío para inspeccionarlo y entregar galletas y bidones de agua a los clandestinos.
“Se tiraron encima de las galletas como animales. Tenían cara triste, decaída; se apoyaban unos contra los hombros del otro, débiles y hacinados”, contó un agente de la Autoridad Portuaria que subió al barco y no quiso identificarse.