Las afirmaciones del exjefe de los inspectores norteamericanos en Iraq, David Kay, quien acusó a la CIA de exagerar la amenaza del arsenal iraquí bajo el régimen de Sadam Husein, tienen en aprietos al presidente estadounidense George W. Bush.
De hecho, las declaraciones de Kay y las del secretario de Estado Colin Powell les cayeron de perlas a los demócratas que aspiran a enfrentar a Bush en las elecciones presidenciales de noviembre.
Ante la polémica, la Casa Blanca debió anunciar que investigaría la versión de Kay.
En declaraciones desde Little Rock (Arkansas), a donde se desplazó ayer Bush, el portavoz de la Casa Blanca, Scott McClellan, prometió un examen de los datos aportados por los servicios secretos y que utilizó el Gobierno para asegurar la existencia de armamento prohibido en Iraq.
“Queremos comparar los datos de antes de la guerra con lo que el Grupo de Investigación (el equipo de inspectores de armas de EE. UU.) en Iraq ha encontrado sobre el terreno”, explicó McClellan.
Pero insistió en defender la invasión de Iraq.
“La decisión de derrocar a Sadam Husein fue buena. Representaba una peligrosa y creciente amenaza y el presidente tomó la buena decisión al derrocarlo”, afirmó McClellan.
Kay declaró el domingo a una radio que “el hecho es que, hasta ahora, esas armas no existen y debemos comprender las razones”.
“La cuestión abierta es: ¿cuántas tenían si es que las tenían, y si las tenían dónde las pusieron? Y si no las tenían, ¿por qué no se supo eso antes?”, se preguntó, por su parte, Colin Powell.
En una entrevista que publicó ayer el periódico The New York Times , el exinspector de armas acusa a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de no haberse dado cuenta de que los científicos iraquíes proponían a Sadam Husein unos planes completamente extravagantes para recibir un dinero que luego se embolsaban.
“El régimen (iraquí) ya no estaba al mando (...) Sadam dirigía unos proyectos que nadie más examinaba. Los científicos fueron capaces de presentar programas falsos”, afirmó Kay.