Durante su último recorrido por el sur de Quito antes de la elección del domingo, en la que aparece como amplio favorito, Correa puso el sábado a miles de aspirantes a corear su nombre, su triunfo, al compás de estribillos de rock y de música de negros.
“Gracias a ustedes ya soy presidente de Ecuador, pero necesitamos que sea una sola vuelta”, proclama el exministro de Economía, luego aprieta el micrófono como si fuera un ramo de flores, gira sobre sí mismo y, otra vez de frente a sus seguidores, esboza una sonrisa.
Sus intervenciones son directas y cargadas de frases efectistas y extractos del Quijote y del Che Guevara, que se intercalan con las cuñas de su publicidad.
Su cinturón cada tanto se agita por los aires para anunciar que bajo su gobierno “les dará correa” a las que llama mafias políticas, a los organismos multilaterales, al Congreso y al neoliberalismo.
“Si en el 2009 los gringos quieren seguir en la base de Manta (suroeste de Ecuador), perfecto. Pero nos dejan tener una base ecuatoriana en Miami. Si no, se van, porque se van”, grita en tono de ranchera.