El auge económico alcanzado por China en las últimas décadas –que ahora le permite a su presidente, Xi Jinping, gobernar bajo el lema del “sueño chino”– no ha logrado desvanecer la crítica más incómoda que recibe el gigante asiático: las violaciones a los derechos humanos.
En las últimas tres décadas, 600 millones de chinos abandonaron la pobreza, al tiempo que la economía creció en un promedio anual de 9%. Tales cifras llaman a este país a desbancar a EE. UU. como potencia económica.
Sin embargo, según el informe para el 2013 de Amnistía Internacional (AI), China continúa violando sistemáticamente los derechos de sus ciudadanos.
Entre las faltas señaladas figuran la encarcelación de disidentes, un sistema penal manipulado, desalojos forzosos y libertades de expresión y culto coaccionadas.
En su informe sobre este tema, conocido como el Libro Blanco de Derechos Humanos , Pekín estima que “la causa de los derechos humanos en China ha entrado en una etapa de desarrollo planificado, sostenible, estable e integral”.
El texto antepone el desarrollo económico como garante de las libertades de los ciudadanos. “Sería imposible proteger esos derechos e intereses sin desarrollar primero la economía”, detalla.
La última increpación sucedió el viernes, cuando Washington hizo un llamado a Pekín para que aclare todas las dudas que aún existen sobre los episodios de 1989 en la plaza Tiananmen, donde un número indeterminado de personas murió a causa de una represión tras siete semanas de protestas.
El vocero de la cancillería china, Hong Lei, reaccionó y pidió el cese de prejuicios. “Aconsejamos vivamente a Estados Unidos que cese sus prejuicios políticos, que tenga correctamente en cuenta el desarrollo chino, que rectifique sus errores y cese las injerencias en los asuntos internos chinos, para no sabotear las relaciones bilaterales”, manifestó en un comunicado de prensa difundido ayer.
Silenciar con cárcel. China sigue deteniendo y encarcelando a personas que tengan desacuerdos con el Gobierno, especialmente a defensores de los derechos humanos.
El caso del Premio Nobel de la Paz 2010, Liu Xiaobo, es representantivo de lo que viven varios disidentes en la nación asiática.
Xiaobo fue detenido en 2008 por participar en la confección de un manifiesto que pedía reformas y democratización en China. Fue condenado a 11 años de prisión en 2009 por “incitar la subversión contra el poder del Estado”.