São Paulo. AFP La esposa del expresidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva, Marisa Letícia Rocco, falleció este jueves en São Paulo días después de sufrir un derrame cerebral que deja al exmandatario sin su compañera durante más de 40 años y en el momento más sombrío de su vida pública.
El Hospital Sirio Libanés, adonde fue internada de urgencia el 24 de enero, informó de que los médicos diagnosticaron “ausencia de flujo cerebral” y que la familia había autorizado el inicio de los “procedimientos para la donación de órganos”.
La cuenta oficial en Facebook del expresidente izquierdista (2003–2010) publicó un mensaje de agradecimiento y cambió su foto de perfil por una imagen del matrimonio sonriente y abrazado.
En la Cámara de Diputados en Brasilia los legisladores guardaron un minuto de silencio, mientras miembros del Partido de los Trabajadores (PT) acudían al hospital para arropar a la familia.
“Creo que la compañera Marisa le hará muchísima falta. Pero él es una persona con una fuerza extraordinaria y siempre tendrá en el recuerdo de Marisa una fuerza especial”, afirmó el exsenador y cofundador del PT Eduardo Suplicy a las puertas del centro.
Una de las visitas más emotivas fue la del expresidente Fernando Henrique Cardoso, predecesor de Lula en el cargo y su rival político durante años, con el que se fundió en un emocionado abrazo.
La exmandataria Dilma Rousseff, sucesora y ahijada política de Lula, definió a Marisa Leticia como una “luchadora que conquistó espacio y tuvo un importante papel político”, en un mensaje en las redes sociales.
La exgobernante, destituida en 2016 por el Congreso, aludió también al último año de turbulencias y sobresaltos judiciales para el ícono del PT, que enfrenta cinco acusaciones ligadas a la trama de corrupción en Petrobras, algunas de las cuales involucran a su esposa.
“En los últimos meses, ella y el expresidente Lula fueron víctimas de persecuciones y experimentaron en su piel grandes injusticias. Imagino que el dolor de Lula ahora es insoportable”, escribió Rousseff.
“Estamos juntos, presidente Lula, ahora y siempre”, concluyó.
Los mensajes de apoyo llegaban también desde fuera de Brasil, la mayoría procedentes de líderes de la izquierda latinoamericana como el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, el ecuatoriano Rafael Correa y el boliviano Evo Morales.
Marisa Letícia y Lula se casaron en 1974, ambos viudos de sus primeros matrimonios. Juntos tuvieron tres hijos, dos nietos, y fueron durante años una de las parejas más populares del país.
Se conocieron cuando Lula era dirigente del sindicato de metalúrgicos en São Bernardo do Campo y ella fue a tramitar la pensión por su marido taxista, que había fallecido durante una tentativa de asalto cuando ella estaba embarazada de cuatro meses.
Desde entonces, esta nieta de inmigrantes italianos que creció en una familia muy humilde de esta localidad del cinturón obrero de São Paulo se convirtió en el puntal en la sombra del desbordante carisma de su esposo.
Lula adoptó a su hijo Marcos y Marisa Letícia, que empezó a trabajar desde niña y pasó años en una fábrica de chocolates, le acompañó en la lucha contra la dictadura (1964-85), en las huelgas de los años 70 y 80 y en la fundación del PT en 1980.
Su gran presentación a la nación se realizó el 1.° de enero de 2003, cuando apareció radiante vestida de rojo y con su característico cabello rubio y ondulado durante la toma de posesión de su esposo.
Ocho años después, el matrimonio abandonaba Brasilia con una popularidad récord.
Debacle. Pero todo comenzó a desmoronarse el pasado 4 de marzo. Al amanecer de aquel viernes, los agentes entraron en la casa familiar y llevaron a Lula a declarar por su supuesta implicación en la gigantesca red de sobornos en Petrobras.
Señalado por la Fiscalía como uno de los actores principales de la trama, el expresidente afronta varias denuncias en esta causa.
En una de ellas, relacionada con la propiedad de un tríplex en Guarujá (litoral del Estado de São Paulo), se incluye el nombre de su esposa. Según el Ministerio Público, se trataría de una donación hecha a Lula por la constructora OAS, a cambio de sus servicios para obtener contratos con Petrobras.