Las Vegas
Enérgica y confiada. Hillary Clinton puede haber convencido, en el debate de este martes, a los demócratas preocupados por su mala gestión sobre la polémica de los correos electrónicos y sus habilidades políticas.
Además, su rotunda actuación podría ser suficiente para hacer que Joe Biden, una de sus potenciales grandes amenazas, se lo piense dos veces. El vicepresidente sigue valorando si entrar o no en la carrera para la nominación demócrata a la Casa Blanca mientras siguió el debate desde su residencia oficial en el Observatorio Naval, en Washington.
Quizás consciente de la amenaza que podría suponer Biden, Clinton buscó evitar las dudas sobre su pasado presentándose como la sucesora natural del presidente Barack Obama, la persona que la eligió para convertirse en su primera Secretaria de Estado. Preguntada por en qué se diferenciaría de Obama, Clinton destacó que sería la primera mujer en ocupar el cargo.
Parte del acto se convirtió en un referendo sobre la trayectoria de Clinton durante sus casi 25 años en política: Su voto en el Senado a favor de la guerra en Irak, su giro a la izquierda en temas como el comercio, el servidor privado de correo electrónico que usó durante su etapa como secretaria de Estado y su juicio sobre política exterior. Se defendió enérgicamente apuntando que todos los presentes sobre el estrado habían "cambiado una posición o dos" durante su carrera.
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Uno de los momentos más destacados se produjo cuando el senador por Vermont Bernie Sanders, su principal rival, le echó en cara su defensa del uso de un servidor privado de correo electrónico en su época como secretaria de Estado.
"El pueblo estadounidense está harto de oír hablar de sus malditos emails", dijo Sanders. "Basta ya de emails".
"Gracias Bernie", dijo Clinton mientras se estrecharon la mano, un momento que pronto se volvió viral en internet.
Pero las buenas palabras de Sanders no ablandaron a Clinton, que llegó al debate dispuesta a atacar su mensaje.
Cuando Sanders dijo que Estados Unidos debería fijarse en países como Dinamarca, Suecia y Noruega en cuestiones económicas, Clinton respondió con sorna que Estados Unidos es distinto.
"No somos Dinamarca. Me gusta Dinamarca, pero somos los Estados Unidos de América", dijo Clinton.
Fajada en este tipo de debates tras participar en 25 en la carrera presidencial de 2008, Clinton presentó una imagen experimentada sobre el escenario, buscando crear el tipo de momentos memorables que pueden fijar la narrativa electoral.
Los asesores de Clinton aventuraban, desde hace tiempo, que el debate podría ser un punto de inflexión en la campaña, una oportunidad para dejar atrás los problemas del verano y ganar impulso para la intensa campaña de primarias otoñal. Encantados con su actuación, su equipo elaboró un video con su presentación que estaba en internet apenas dos horas después de bajarse del estrado.
Con todo, a casi cuatro meses del inicio de la primera ronda de las primarias y a más de un año vista de las elecciones presidenciales, quedan todavía muchas cuestiones por resolver.
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A pesar del respaldo de Sanders en el tema de los correos electrónicos, Clinton se enfrenta a la publicación de una serie de noticias sobre el tema como resultado de una orden judicial que obliga a publicaciones regulares de su correspondencia hasta tres días antes de las asambleas de Iowa. Más tarde este mes, está previsto que testifique ante un comité del Congreso que investiga los ataques mortales de 2012 a la embajada estadounidense en Bengazi, una comparecencia que podría tensarse con ataques de los republicanos.
El debate de dos horas en el hotel Wynn de Las Vegas supuso un marcado contraste con los anteriores del Partido Republicano, en los que los 10 precandidatos se enzarzaron en disputas que revelaron las divisiones del partido sobre migración, política exterior y libertades civiles.
Los demócratas presentaron un frente mucho más unido, discutiendo más su pasado personal que el rumbo que darían al país en caso de salir elegidos. A diferencia de los republicanos, todos apoyaron en gran medida a su líder en Washington, criticando al presidente en muy pocas ocasiones y con cuidado.
Los aspirantes demócratas tienen hasta cinco debates más por delante, y varios de ellos están presionando para que incluyan más fechas.