Panamá. Analistas económicos y políticos panameños son enfáticos al afirmar que el nuevo mandatario panameño no tendrá tiempo de endulzar sus primeros 100 días de gestión en la llamada luna de miel con el pueblo.
La carga de demandas y problemas por resolver será muy pesada: 41% de pobreza, 14% de desempleo y el pago de $1.232 millones anuales en deuda pública (interna y externa); es decir, una quinta parte del presupuesto anual.
Este último punto es, a criterio de los economistas Adolfo Quintero y Rolando Gordón, el talón de Aquiles del Estado panameño por una simple lógica: al no haber suficientes recursos disponibles en las arcas, no hay inversión social ni posibilidad de generar empleo. Todo eso redunda en una mayor propensión hacia la delincuencia.
Los cuatro candidatos presidenciales que se disputan la presidencia mañana –Martín Torrijos (Alianza Patria Nueva), Guillermo Endara (Partido Solidaridad), José Miguel Alemán (Partido Arnulfista) y Ricardo Martinelli (Cambio Democrático)– han prometido que hincarán el diente a la contención del gasto, a la pobreza y al desempleo.
Grandes retos
Quintero no duda en afirmar que, más allá de las buenas intenciones, la principal tarea del próximo gobierno será establecer un plan nacional de desarrollo, cuyo vértice gire en torno a la reducción de la deuda pública y la transformación de los sistemas productivo y educativo del país.
“En la medida en que no fijemos pautas adecuadas y responsables en el tema fiscal, el país no podrá dedicar sus recursos a mejorar los empleos, la calidad de vida y reducir la pobreza”, indicó.
Para este analista, el principal problema es que los diferentes gobiernos no han sabido –o querido– sentarse con los diferentes sectores para identificar los problemas más apremiantes y sus posibles soluciones. “Han pospuesto la toma de importantes decisiones por pereza gubernamental o intereses electorales”, dijo.
Según Gordón y el analista político José Antonio Bernal, esta situación ha creado un país de dos realidades muy opuestas. La concentración de la riqueza en manos de unos pocos que viven en lujosos condominios en el centro de la capital –en edificios de 30 pisos y más–, y que se dedican a los servicios financieros o al comercio (tiendas de ropa, ventas de autos o cadenas de supermercados).
En la acera del frente, se encuentran los pobres que apenas sobreviven con una agricultura y un comercio sin mayores réditos ni posibilidades de crecimiento, especialmente en las zonas alejadas de la capital: Colón, Chiriquí, Veraguas y Bocas del Toro.
Un reciente informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) indicó que 20% de los panameños que tienen más dinero concentran el 80% de la riqueza.
Para estos especialistas, Panamá deberá apostarle con fuerza al saneamiento de las arcas (reducción del aparato burocrático y la recaudación eficiente de impuestos), mejorar el sistema educativo incorporando computación e inglés y reencauzarlo a las nuevas necesidades del mercado (turismo, alta tecnología), y cambiar la visión de los agricultores artesanales para que compitan más y mejor en el comercio mundial.
“El Gobierno ha hecho obras: puentes, ampliación de caminos y mejoras en otras carreteras. Pero, el panameño no come obras, así que el próximo presidente tendrá que hacer un esfuerzo real por demostrar que sus promesas de una mejor vida dejarán de ser eso... promesas”, concluyó Bernal.