Jerusalén (El País Internacional). Israel ha decidido entrar de lleno en el conflicto sirio y asumir un papel más protagónico, haciendo gala de la autodefensa como su prioridad.
En la madrugada del domingo su fuerza aérea atacó varios objetivos al oeste de Damasco, el bastión del régimen de Bashar al-Assad y centro de su resistencia contra la embestida de los rebeldes.
El objetivo, según fuentes de la inteligencia occidental, era un arsenal de misiles iraníes cuyo destino último era Líbano, donde iban a ser entregados a la milicia chií Hezbolá. Es el tercer ataque israelí de esa naturaleza en Siria en lo que va de año, y el segundo en solo 48 horas. También es en el que más fuerza ha empleado Israel hasta la fecha, un signo de que el Ejecutivo de Benjamín Netanyahu no tolerará que al-Assad emplee el caos y la confusión de la guerra civil para pagar favores debidos a Hezbolá o a Irán.
El Gobierno sirio responsabilizó inmediatamente a Israel del nuevo ataque. La agencia oficial de noticias, Sana, dijo que “las explosiones fueron provocadas por ataques con misiles israelíes” y acusó a Netanyahu de haber tomado partido por los rebeldes.
“La nueva agresión israelí demuestra la implicación directa de la entidad sionista en la conspiración contra Siria”, añadió.
El Consejo Militar de Damasco, una agrupación rebelde, pidió a las diversas facciones opositoras que aprovecharan las circunstancias y se unieran para atacar al régimen y debilitarle en la capital.
Durante la jornada del domingo se vivieron intensos enfrentamientos entre los opositores y el Ejército en la provincia de Damasco, además de en otros puntos del país.
En el norte, los insurgentes se hicieron con el control de parte de la base aérea de Menagh, cerca de la frontera con Turquía.
Israel no ha admitido ni el ataque del domingo, contra tres complejos militares, el más destacado el dedicado a la investigación situado cerca de Jamraya, ni el de la madrugada del viernes contra el aeropuerto de Damasco.
Tampoco se hizo responsable del bombardeo, en enero, contra otra remesa de misiles, aquellos antiaéreos, de fabricación rusa, modelo SA-17.
Para el Ejecutivo de Netanyahu, sin embargo, esas operaciones nada tienen que ver con la defensa de un bando u otro en la guerra, que ya ha entrado en su tercer año y se ha cobrado 70.000 vidas.
Lo dijo el domingo veladamente el viceministro israelí de Defensa, Danny Danon: “Hemos dicho en el pasado que haremos todo lo posible, en cualquier lugar, para proteger nuestros intereses”.
Las recientes operaciones han pasado por penetrar en el espacio aéreo libanés para atacar a Siria. El objetivo de los ataques era, según fuentes de inteligencia occidentales, impedir que misiles guiados iraníes, con un alcance de 300 kilómetros, llegaran a manos de Hezbolá.
“Hay un grave riesgo para Israel si esos misiles llegan a Líbano, porque son misiles dirigidos con un gran nivel de precisión, capaces de atacar de forma certera instalaciones militares”, explicó Uzi Rubin, exoficial del Ministerio de Defensa de Israel.
“Hasta ahora, si Hezbolá nos ha atacado, ha empleado armas que han dañado a la población civil. Con esos misiles podría degradar notablemente nuestra capacidad militar'”, añadió.
La presencia de misiles de Irán, a recaudo del gobierno de Siria, a la espera de ser entregados a Hezbolá en Líbano, pone de relieve la solidez del eje entre esos tres países, enemigos declarados de Israel.
“En cierto modo, que al-Assad haga de transmisor de ese armamento es un favor pagado. Ya no opera de forma independiente”, opina Ehud Yaari, experto en materia de seguridad de Israel y analista en The Washington Institute for Near East Policy.
“Irán envía armas y munición a diario al gobierno sirio. Los soldados de Hezbolá cruzan frecuentemente la frontera con Siria para apoyar al régimen contra los rebeldes. El precio que se le pide a al-Assad pasa, entre otras cosas, por esa entrega de armas”, añade.
Muchas líneas rojas se le han marcado a al-Assad desde que comenzara el conflicto. El verano pasado, el presidente estadounidense, Barack Obama, dijo que una sería el uso de armas químicas, que abriría la vía a una intervención armada.
EE. UU. y sus aliados tienen ahora pruebas de que esas armas se han usado, pero la Casa Blanca ha pedido tiempo para analizar y contrastar datos.
La jurista Carla del Ponte dijo anoche, informa Reuters, que investigadores de la ONU tienen “sospechas sólidas, concretas, pero aún no pruebas irrefutables, del uso de gas sarín” por parte de los rebeldes como resultado de entrevistas a víctimas y médicos en hospitales de campaña en países vecinos. La suiza pertenece a una comisión de la ONU que investiga crímenes de guerra en Siria.
Israel ha decidido atacar de forma preventiva para evitar que al-Assad traspase la que, a su entender, es su mayor línea roja: la entrega de armamento avanzado a Hezbolá.
Desde ese punto de vista, las operaciones no son un ejercicio de apoyo a los rebeldes. “No hay contacto entre las milicias opositoras de Siria e Israel. Ni Israel quiere apoyar a los rebeldes ni esos rebeldes quieren el apoyo de Israel”, asegura Eyal Zisser, experto de la Universidad de Tel Aviv.
“No hay riesgo de una guerra inmediata entre los dos países porque el régimen sirio está absorto en su propio conflicto, y no le interesa abrir un nuevo frente. A Israel tampoco le interesa iniciar una guerra. Su lógica es la de evitar que esos misiles lleguen a Líbano, donde podrían emplearse para atacarle. Se trata, en realidad, de ataques preventivos”, añade.