Bruselas. AFP. La cumbre europea no ayudó al primer ministro luxemburgués, Jean Claude Juncker, a dejar el cigarrillo, pero pese a su cansancio y pesimismo tras dos semanas de interminables negociaciones procurando sacar a Europa de una de sus peores crisis, el actual presidente de la UE se niega a darse por vencido.
"No se debe confundir cansancio y pesimismo con estar derrotado", afirmó este político luxemburgués de 50 años, al salir de su enésima reunión de negociación por el presupuesto comunitario 2007-2013, su gran obsesión desde que Francia y Holanda rechazaron la Constitución y dejaron a Europa en una grave crisis.
Primer ministro de su país desde hace diez años, Juncker es dueño de una fina ironía, un gran humor y un delicado manejo del lenguaje.
"Responderé dos preguntas más y luego me iré a gobernar", dijo una vez en una memorable conferencia de prensa.
"Señorita, le prohíbo que me arruine la fiesta", respondió en otra ocasión, cuando una periodista le lanzó, el día de la firma de adhesión de Bulgaria y Rumania a la UE, una pregunta sobre el futuro de la Constitución Europea antes del "no" en Francia.
A este carisma para enfrentar a la prensa, Juncker suma una cualidad mucho más importante en el mundo de la política: su reputación de lograr acuerdos sacando conejos del sombrero a último momento.
Con el desafío de alcanzar un acuerdo presupuestario, sus exquisitas cualidades de negociador parecen haber llegado al límite y bajó la expectativa.