Viena. EFE. El llamado Triángulo Norte del Istmo centroamericano, formado por Honduras, El Salvador y Guatemala, es una de las zonas más violentas del planeta, debido tanto al aumento del narcotráfico y la presencia de aliados de los carteles mexicanos, como a la debilidad de las instituciones estatales y la corrupción.
Esta es una conclusión del informe Delincuencia organizada transnacional en Centroamérica y el Caribe , publicado ayer por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) y que sitúa a Honduras, con 92 homicidios por cada 100.000 habitantes en el 2011 como el país en tiempos de paz más peligroso del planeta.
En ese mismo año, en El Salvador se contabilizaron 69 homicidios por la misma tasa de población, el segundo país del mundo en ese registro, y en Guatemala ascendieron a 39, también en el pelotón de cabeza de los lugares con más homicidios.
Centroamérica se convirtió en puente entre los productores de cocaína en Suramérica y EE. UU., el mayor consumidor, después de que México endureciese su política contra el narcotráfico y los carteles decidiesen buscar más al sur un espacio donde poder desarrollar sus negocios con mayor impunidad.
Facilitó las cosas la proliferación de armas de fuego ilegales, una gran población joven desempleada y la propia debilidad de los Estados del Triángulo Norte, entre los más pobres de América, con una renta per cápita de $2.700 y donde impera “una corrupción generalizada”, según la ONUDD.
“Entre el 2000 y el 2005, la cantidad de cocaína incautada en Centroamérica fue aproximadamente la misma que la cantidad decomisada en México. En el 2011, la cocaína incautada por Centroamérica fue 13 veces superior a la incautada por México”, recalcó el informe.
La cocaína en la región mueve grandes cantidades de dinero y, según la ONUDD, supone el 14% del PIB de Nicaragua, el 13% del de Honduras y el 10% del de Guatemala. En el caso de Honduras, la inestabilidad política tras el golpe de Estado contra el presidente Manuel Zelaya, en el 2009, también favoreció la penetración del crimen organizado y “disparó” la llegada de los cargamentos de cocaína, según la ONUDD.
Pero aun en caso de reducirse el flujo de cocaína, no necesariamente descendería la violencia, según el documento, ya que podría exacerbar la competencia entre los diferentes grupos criminales asentados en la región.