A pesar de las limitaciones que le impone la edad, Juan Pablo II, que ayer cumplió 80 años, conserva "el gusto por la vida", está convencido de que es bonito "poderse gastar hasta el final" por la causa del Reino de Cristo y pretende "seguir mientras Dios lo quiera".
El Papa siempre ha hecho poco caso a su edad y jamás ha adaptado los ritmos de vida a los años, ha ejercido su labor pastoral a pleno rendimiento sin tener en cuenta que es ya un anciano y que a los achaques de la vejez hay que añadir las diferentes enfermedades que padece.
El Obispo de Roma no ha ahorrado viaje por el mundo si estaba convencido de que su presencia era buena para el futuro de la Iglesia, ha dejado a un lado la fiebre que en ese momento podía tener, el parkinson que le afecta en la mano izquierda o los fuertes dolores de la pierna que se fracturó hace varios años.
Juan Pablo II, como dijo en una ocasión el prelado Stanislaw Rylko, polaco como él y secretario del Consejo Pontificio para los Laicos, vive la vejez con gran naturalidad y no teme ponerla ante los ojos de los demás.
"Una persona es anciana cuando empieza a vivir más de recuerdos que de proyectos y eso no ocurre con Juan Pablo II, quien tiene muchos, pero muchos proyectos para el futuro", señaló el portavoz del Vaticano.