El pasado 1 de mayo, dos días antes de la celebración del Día Mundial de la Libertad de Prensa, la Corte Suprema de Etiopía denegó una apelación al periodista Eskinder Nega y mantuvo su condena a 18 años de cárcel.
La justicia etíope ha igualado la publicación de información contraria al gobierno con la difusión e incitación a actos terroristas, luego de aprobar, en 2009, una polémica ley antiterrorista que ha condenado a 11 reporteros y ha hecho huir a docenas.
Nega es uno de los cinco periodistas que han sido encarcelados en el país africano desde el 2011 –los otros seis han sido condenados in absentia – mientras que varios más esperan su turno en las salas de justicia.
“Nunca he conspirado para derrocar el gobierno; todo lo que hice fue cubrir la Primavera Árabe y sugerir que algo similar podría pasar en Etiopía si el régimen autoritario no cambiaba.
”La principal evidencia que tiene el Estado en mi contra es un video de YouTube donde digo esto en una reunión pública. También me atreví a cuestionar la ridícula afirmación gubernamental de que los periodistas presos eran terroristas”, escribió Nega en una columna publicada en The New York Times el 24 de julio.
La situación es tan evidente que organizaciones como Human Rights Watch, el Comité para la Protección de Periodistas y el Parlamento Europeo se pronunciaron en contra de los encarcelamientos. Reporteros sin Fronteras pone al país en el puesto 137 de 173 en su ranquin de libertad de prensa.
Incluso la Unesco lanzó una crítica soslayada al entregar el Premio Unesco-Guillermo Cano de Libertad de Prensa 2013 a Reeyot Alemu, en prisión desde 2011.
A mediados de julio, una delegación del Parlamento Europeo aterrizó en Etiopía para conocer de primera mano la situación y visitar la prisión de Kaliti, donde están Nega y Alemu. Sin embargo, a pesar de haber recibido el permiso con anticipación, les fue denegado el acceso a la cárcel.
Legislación. Aprobada en 2009, la proclamación antiterrorismo ha dado cabida para una interpretación amplia de las publicaciones que hace la prensa etíope.
El artículo 6, uno de los más criticados, castiga a quien publique información que “pueda ser entendida por algunos o todos los miembros del público como una incitación directa o indirecta a preparar o instigar un acto terrorista”.
En este contexto, el gobierno del ex primer ministro Meles Zenawi, ya fallecido, y de su sucesor a partir de 2012, Hailemariam Desalegn, han catalogado como terroristas a ciertos reporteros críticos.
Ese año, Etiopía puso la censura estatal a la altura del siglo XXI con una ley de telecomunicaciones que controla el uso de Internet.
Según datos del CPJ, 46 periodistas han abandonado el país por motivos políticos desde el 2008 y este ocupa el tercer lugar mundial tras Somalia e Irán. Los que quedaron en el país corrieron una suerte similar a la de Alemu y Nega.
Woubshet Taye, editor del ahora extinto Awramba Times , fue detenido dos semanas después de publicar una columna crítica de las últimas dos décadas de gobierno y sentenciado en 2011 a 14 años de prisión por terrorismo.
En 2012, Taye ganó junto a Alemu y Nega el premio Hellman/Hammett, que otorga Human Rights Watch por promover la libertad de prensa. Ninguno pudo llegar a recibirlo a Nueva York.
Poco a poco, Etiopía se ha convertido en el país donde los reporteros “hacen terrorismo” y reciben premios tras los barrotes.