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Una persona herida fue trasladada ayer por rescatistas hasta un helicóptero en el campamento base del Monte Everest. | AFP (ROBERTO SCHMIDT)
Monte Everest. AFP. Aún incrédulo por haber sobrevivido al muro de nieve que se le vino encima por el terremoto de 7,8 grados en Nepal , el alpinista George Foulsham interpreta su experiencia como un mensaje de la montaña de “que, por el momento, no quiere ser escalada”.
“Corrí pero me tumbó la nieve. Intenté levantarme, pero me tumbó otra vez. No podía respirar, pensé que estaba muerto”, explica este biólogo marino de 38 años que vive en Singapur, al recordar que fue derribado por lo que describe como “un edificio blanco de 50 pisos”.
“Cuando al final conseguí levantarme, no podía creer que había salido ileso de lo que se me vino encima”, relata.
Como muchos de los alpinistas en la zona, Foulsham había vuelto este año al campo base para intentar subir al monte Everest , la montaña más alta del mundo, después de que el año pasado la temporada de ascensiones fuera cancelada por una avalancha en la que murieron 16 serpas.
Foulsham teme ahora que su sueño de subir al Everest nunca se haga realidad. “He ahorrado durante años para subir al Everest, pero parece que, por el momento, esta montaña no quiere ser escalada”, afirma.
Por su parte, Ellen Gallant, una cardióloga y alpinista estadounidense, explica cómo se ocupó de los heridos, pero fue incapaz de salvar a una persona que murió ante sus ojos.
“Estaba fuera y vi una inmensa nube que venía hacia mí. Corrí hacia la tienda y me eché al suelo. Cuando la vibración se detuvo, salí y llamé por radio a la tienda médica. Me pidieron a mí y a un alpinista indio (un doctor) que nos ocupáramos de las heridas en la cabeza”, afirma.
“Trabajamos toda la noche, por turnos, distribuyendo medicinas y poniendo sondas intravenosas. De nueve pacientes, uno murió anoche, un serpa de 25 años. Su presión sanguínea bajó y no se pudo hacer nada”, narra.
“Ahora que las cosas se han calmado, he notado el golpe. Este joven de 25 años no tuvo que haber muerto”, agrega.
“Estaba en la tienda donde comemos, cuando se produjo la avalancha y la tienda se fue volando”, narra Kanchaman Tamang, un cocinero nepalí de 40 años que trabaja para Jagged Globe, compañía que organiza expediciones al Everest.
“Después de la avalancha del año pasado, no me preocupaba volver. Le dije a mi familia que el trabajo en el campo base es seguro, pero ahora la temporada ha terminado. No creo que vuelva el año que viene. Esta montaña significa mucho dolor”, sentencia.