Tegucigalpa. Arropado por los resultados parciales emitidos por el Tribunal Supremo Electoral (TSE), el candidato oficialista del Partido Nacional, Juan Orlando Hernández, se declaró ayer presidente electo de Honduras.
Con un 43% de los votos escrutados, Hernández sumaba un 34,15%, seguido por Xiomara Castro, de Libertad y Refundación (Libre), con 28,45%. En tercer lugar aparecía Mauricio Villeda, del Partido Liberal, con 21%, seguido por Salvador Nasralla, del Partido Anticorrupción (PAC), con 15,74%.
En un discurso victorioso cargado de frases religiosas, Hernández dijo que Dios y el pueblo habían decido que él sería el próximo presidente de Honduras. “Dios es quien quita y pone gobernantes”, dijo Hernández, quien insistió en su máxima más conocida de la campaña: “Voy a hacer todo lo que tenga que hacer para recuperar la paz del pueblo hondureño”.
El abogado, de 45 años, dijo que ya había recibido llamadas de felicitación de los presidentes de Colombia, Juan Manuel Santo, y Panamá, Ricardo Martinelli.
“Hoy el pueblo hondureño escogio la paz, en lugar de la violencia politica, escogió la verdad contra la mentira, la igualdad contra la desunion”, subrayó.
Minutos después de que se transmitieran los primeros datos oficiales, la candidata Xiomara Castro, esposa del derrocado José Manuel Zelaya, dijo que su partido contaba con reportes de todo el país que le aseguraban la victoria.
Libre ha “alcanzado el sueño y la esperanza, un nuevo amanecer para el pueblo hondureño se avecina”, señaló Castro, quien aseguró que su triunfo es “contundente y reversible”.
Oscuro panorama. Honduras, el país más violento del mundo sin conflicto bélico y el segundo más pobre de América Latina, celebró estas elecciones con una sociedad polarizada y una fragilidad institucional heredadas del golpe que militares, empresarios y políticos asestaron el 28 de junio de 2009 a Zelaya, luego de que su gobierno liberal girara a la izquierda.
En caso de confirmarse la victoria, Hernández asumirá un país con un 71% de sus 8,5 millones de habitantes en pobreza y una economía calamitosa, con un déficit fiscal del 6% y una deuda externa de 5.500 millones de dólares.
La gravedad de la pobreza quedó en segundo plano durante la campaña electoral ante los niveles alarmantes de la violencia del narcotráfico y las pandillas, que tienen al país con el triste récord mundial de homicidios, 85,5 por cada 100.000 habitantes.
Hernández hizo de la inseguridad su tema principal de campaña, prometiendo “mano dura” contra el crimen organizado con una fuerza de 5.000 policías militares, proyecto que impulsó en la actual administración como presidente del Congreso Nacional, ganándose críticas de grupos de derechos humanos.
Las autoridades reportaron incidentes aislados de violencia, como un tiroteo cerca de un centro electoral que dejó cinco muertos en la Mosquitia –una remota zona controlada por narcotraficantes– y casos de nombres de fallecidos que figuran en el padrón electoral.
Ante la alta afluencia de votantes, las urnas se cerraron a las 5 de la tarde., una hora después de lo previsto.