Ciudad de Panamá AFP y redacción Con un despegue inmobiliario sin precedentes, obras faraónicas como la ampliación del canal y el primer metro de Centroamérica, bancos y casinos, Panamá es llamado por el presidente Ricardo Martinelli el “Dubái de las Américas”, en referencia al rico emirato del golfo Pérsico.
Curiosamente, también comparten una cifra de desempleo baja (4% en el caso de Panamá, aunque la pobreza supera el 20% en ambos países.
“En Panamá hay riqueza, lo que pasa es que está mal compartida. Los más ricos se quieren quedar con todo y no darle nada al pobre, y los políticos solo piensan en su progreso”, manifiesta a la AFP Jaime Jiménez, un trabajador informal de 54 años.
Jiménez llega todos los días, desde hace 25 años, al puesto donde vende revistas, caramelos y muestras de perfume para llevar el sustento a su familia en un barrio pobre de ciudad de Panamá, capital de rascacielos muy altos en Latinoamérica.
País de contrastes. El Gobierno asegura que hay pleno empleo y que programas sociales permitieron bajar en cinco años la pobreza del 33% al 26% de los 3,5 millones de habitantes. Pero más de un tercio del trabajo es informal, miles no tienen agua potable ni vivienda digna o no tienen acceso a servicios de salud, educación o medios de transporte.
Ese es el país de contrastes que recibirá el Gobierno que los panameños elegirán el domingo.
Casi 2,5 millones de panameños están convocados para elegir al presidente y vicepresidente para el periodo 2014-2019, además de 71 diputados de la Asamblea Nacional, 20 al Parlamento Centroamericano (Parlacen), 77 alcaldes, 648 representantes de corregimiento y siete concejales.
Martinelli dice haber invertido unos $15.000 millones en obras públicas, lo que propició un crecimiento promedio anual del 8,5%, en su gobierno de cinco años.
“Es verdad que Martinelli ha hecho muchas obras, pero nadie come eso. Si nos quiere ayudar, que baje mejor el costo de la comida y suba el salario”, declara Roberto Bowen, un guardia de seguridad.
A su espalda se ve la entrada del canal, un estadio recientemente inaugurado, un nuevo paseo marítimo y el futuro museo de la biodiversidad diseñado por el arquitecto canadiense Frank Gehry.
“Estas obras a mí no me sirven para nada, falta más para que el pueblo esté satisfecho”, dice Luis Valdés, otro trabajador informal.
Muy desigual. Pese a tener los ingresos de una vía interoceánica por donde pasa el 5% del comercio marítimo mundial, Panamá es, según la Comisión Económica para América Latina (Cepal), el sexto país más desigual de América Latina.
“Hay un problema serio de distribución de riqueza y acceso a infraestructuras básicas. Mucha gente está en la ‘dura’ (situación difícil) como para decir que estamos en el “Dubái de las Américas”, comentó el analista Jaime Porcell.
Explicó que el crecimiento económico ha beneficiado a una élite. “Los millonarios son más millonarios, pero a costa del sufrimiento de los de abajo”.
Siempre bajo la duda de los paraísos fiscales, Panamá es también una atracción para extranjeros que buscan oportunidades de empleo y negocios.
A Salomón, un pescador de 65 años, le preocupa que su barrio Boca La Caja, un laberinto de calles, termine devorado por los proyectos inmobiliarios, pujantes en esa zona frente al Pacífico.