San Salvador. AFP y ACAN-EFE. Cuando aparece un camión, decenas se agolpan para abordarlo, todos procuran llegar a sus trabajos o escuelas de cualquier manera, desafiando el sabotaje impuesto por las pandillas al transporte público que, por tercer día, afecta a El Salvador.
“¡Dos coras , dos coras (50 centavos de dólar) el pasaje para Apopa!”, gritaba un niño de unos diez años desde la ventanilla de un camioncito cuyo padre ha puesto a circular para ganarse unos dólares extra, aprovechando el paro del transporte.
Escenas como esta se repetían en San Salvador, una ciudad de 1,8 millones de habitantes trastocada por la [[BEGIN:INLINEREF LNCVID20150729_0009]]paralización de las empresas[[END:INLINEREF]] de autobuses que no han tenido más remedio que acatar la orden de las maras por temor a represalias.
La catedral en San Salvador es un punto de partida y llegada de camiones que algunas personas han sacado a las calles para trasladar a los atribulados capitalinos, cobrando un pasaje entre los $0,50 centavos y los $3.
Hasta ahora, siete choferes han sido asesinados desde el domingo por desafiar la orden.
La Policía Nacional presentó este miércoles a cinco menores de edad, supuestos integrantes de la pandilla Barrio 18, acusados del homicidio de uno de estos conductores, así como del atentado con una granada cerca del hotel Sheraton Presidente de San Salvador.
Las pandillas (en particular la Barrio 18) exigen ser incluidas en un diálogo nacional que encabeza el Gobierno sobre el tema de la violencia, pero el presidente Salvador Sánchez Cerén ha rechazado, de forma contundente, cualquier diálogo con las bandas.
La respuesta del Gobierno a la demanda fue trasladar a prisiones de máxima seguridad a decenas de pandilleros presos en cárceles comunes, entre ellos dos cabecillas a quienes las autoridades consideran como los directores intelectuales del boicot de aquel servicio público.
Jorge Román, de 67 años, esperaba apoyado en su bastón algún medio de transporte para llegar a Apopa, ciudad satélite ubicada 12 kilómetros al norte de San Salvador donde tiene un puesto de venta de especias.
“Esto de la falta de transporte está mal, andar subiéndose en camiones ya no es para un viejo, pero la necesidad de ganarse el pan de cada día lo obliga a uno a salir y trabajar”, dijo Román.
Finalmente, dos policías ayudaron al sexagenario a subir a la plataforma de un camión que se dirigía a Apopa.
Alfonso Villatoro, mecánico de 45 años, permaneció este miércoles unas cuatro horas en la terminal de los buses que cumplen el servicio entre San Salvador y el oriente del país, intentado infructuosamente trasladarse a la ciudad de San Miguel, 138 kilómetros al este de la capital.
“Da rabia, estamos en el tiempo en que hay pobres afectando a pobres. Esos bichos mareros pandilleros son pobres como nosotros, pero quieren sentirse que son los dueños de todo; es tiempo que las autoridades hagan algo”, manifestó Villatoro con molestia.